Diciembre, último mes. El final de uno de los años más conflictivos que hemos vivido en Venezuela en los últimos tiempos. La magia de diciembre desapareció de los hogares venezolanos, no importa cuál sea la tendencia política, la felicidad es una carencia cuando la necesidad, camina a nuestro lado.
Por primera vez en mucho tiempo, la navidad perdió ese encanto, esa magia que vive en el recuerdo de todas aquellas familias que hoy se encuentran separadas. Vive en el recuerdo de todo aquel que pasa la noche sumido en la angustia de que comerá mañana.
Estas navidades dejaron de ser una fecha de reencuentro, para convertirse en una triste y melancólica festividad, donde los recuerdos nos invaden al ver sillas vacías de una mesa que, en algún momento nos transmitió ese calor hogareño, que hoy en día valoramos más. ¿Cómo no desear tener de vuelta esa mesa, donde no teníamos que ver a nuestros seres queridos, a través de una gélida pantalla? Esa misma donde no sobraban sillas.
Nuestro país… divido entre quienes comen estirando el salario, y aquellos que bajo el manto de estrellas de nuestros cielos decembrinos, deambulan en busca de algo que comer así como, de un lugar donde dormir. Este diciembre no tenemos nada que festejar más que el estar vivos, durante este mes que probablemente nos marque para toda la vida porque, lo recordaremos como uno de los más oscuros de nuestro tiempo. Sólo nos queda tender una mano a quien lo necesita. Así como también integrar a todos aquellos que pasaran Navidades solos. No dejemos que la tristeza nos invada, debemos luchar contra ella enriqueciendo nuestro espíritu realizando buenas acciones y sacando sonrisas.
Debemos ser fuertes para afrontar la realidad relatada. Recordemos que nuestro cielo decembrino luce este año más estrellado que el anterior, porque cuenta con más estrellas creadas a base de las almas nobles de aquellos muchachos que murieron este año persiguiendo un ideal de libertad, como también de todos aquellos hermanos venezolanos a quienes el hampa les arrebato la vida… Así como los miles de ancianos y niños, que por falta de una medicina o de alimento, pasaron a formar parte de ese manto de estrellas que arropa nuestra tierra este diciembre.
Venezuela, finalmente cierra el telón de un episodio trágico en nuestra historia. Sin embargo, el universo nos da una segunda oportunidad este año, para no claudicar. Para no rendirnos, ante aquellos que como mercaderes de la miseria reparten migajas mientras sostienen su estilo de vida a costa del sufrimiento de un país entero.
Para despedir este último artículo del año, quiero sacar a colación un fragmento de un poema del gran maestro Mario Benedetti, quien nos decía en su célebre poema:
“No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido y porque te quiero”.