El principal responsable del golpe contra Robert Mugabe, el general Constantino Chiwenga, tomó hoy posesión de su cargo como vicepresidente de Zimbabue, un movimiento criticado por una oposición que considera que el nuevo presidente, Emmerson Mnangagwa, está “militarizando” las instituciones.
EFE
Junto a Chiwenga juró el cargo el otro nuevo vicepresidente del país, el ministro de Defensa, Seguridad y Veteranos de Guerra, Kembo Mohadi, quien, al contrario del exjefe del Ejército, no responde a un perfil golpista sino al de un experimentado ministro que ostentó previamente las carteras de Interior (2002-2015) y Seguridad Nacional (2015-2017).
“Prometo promover lo que traiga avance y oponerme a cualquier cosa que dañe a Zimbabue”, juró Mohadi.
Los dos se encargarán de la supervisión de los ministerios y se turnarán para dirigir el país cuando Mnangagwa esté ausente.
La ceremonia se celebró en los jardines del palacio presidencial de la capital, Harare, residencia oficial del jefe de Estado, donde ambos vicepresidentes posaron para las fotos oficiales junto a él y a la primera dama, Auxilia Mnangagwa.
Algunos críticos del Ejecutivo denuncian que el nombramiento de Chiwenga es un premio a su papel destacado en la caída definitiva de Mugabe tras 37 años en el poder, después de organizar el alzamiento militar y de jugar un papel clave en las negociaciones que llevaron a la dimisión del veterano mandatario, de 93 años, el pasado 21 de noviembre.
La denominada “Operación Restaurar el Legado” se desencadenó como respuesta a la destitución, el 6 de noviembre, del propio Mnangagwa (un viejo aliado de Mugabe que había formado parte de todos los Gobiernos desde la independencia en 1980) como vicepresidente, forzada por la facción afín a las ambiciones de la primera dama, Grace Mugabe, de sustituir a su marido en el poder.
Por tanto, un sector de la opinión pública no está seguro de que el cambio en el poder vaya a traer cambios positivos a las vidas de los zimbabuenses de a pie, sumidos en una terrible crisis económica que, a raíz de la hiperinflación de 2008, se ha llevado por delante hasta a la moneda del país.
Algunos expertos apuntan a que los movimientos contra los aliados de Grace Mugabe y las recompensas a los planificadores del golpe pueden ser interpretados como revanchismo.
La principal formación opositora del país, el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T), es más clara en su crítica: su secretario general, Douglas Mwonzora, indicó esta semana que el nombramiento de Chiwenga es un paso más en la “militarización” de las instituciones claves del Estado.
Sin embargo, otros recuerdan que los distintos Ejecutivos comandados por el partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), siempre han contado con exmilitares entre sus filas, fruto del pasado de la formación en la guerra de independencia durante los años 70.
Uno de los principales críticos del Gobierno, el abogado y aspirante a diputado Fadzayi Mahere, escribió en su cuenta de Twitter: “Seamos sinceros, nuestro Gobierno ha estado lleno de exmilitares desde el primer día. No se le puede sacar la tarjeta roja a Chiwenga solo porque venga del Ejército”.
“Debemos poner el foco sobre su planes para el progreso. ¿Cuál es su visión para Zimbabue? ¿Qué ofrece a la gente? Después de la Operación Restaurar el Legado necesitamos una Operación Restaurar la Dignidad para que nos devuelvan nuestras vidas. A nuestro Gobierno: no queremos grandilocuencia, personalidades ni eslóganes, queremos recuperar nuestra dignidad”, sentenció.
Mnangagwa ha prometido reiteradamente que tanto él como su nuevo equipo trabajarán duro para recuperar la confianza de los ciudadanos y de los inversores extranjeros, y que las elecciones generales previstas para 2018 se celebrarán de forma “libre y justa”.
La prensa estatal ya ha destacado los primeros cambios con respecto a la era Mugabe: mientras el expresidente y su esposa parecían insensibles al sufrimiento de la población, Mnangagwa ha renunciado a sus vacaciones de verano y acude a trabajar temprano todos los días, incluso los fines de semana.
Por su parte, la primera dama dedicó las vacaciones navideñas visitando hospitales, cárceles y orfanatos, entregando regalos y reclamando una mejora de sus condiciones.
Sin embargo, el jefe de Estado ha decepcionado a aquellos que esperaban que Mugabe pagase por sus acciones al aprobar una serie de rentas para los presidentes que hayan gobernado al menos durante cinco años, entre las que destacan dos casas, vehículos nuevos, un grupo de ayudantes y sirvientes y cuatro viajes internacionales al año.
Pese a que el expresidente cuente con una gran fortuna personal, probablemente será el primero en beneficiarse de este plan.
Mnangagwa, que cumplirá el mandato de Mugabe hasta las elecciones de julio o agosto de 2018, también accedería a estos beneficios de ser elegido en los comicios. EFE