A mediados del presente mes, advertimos una breve reseña de prensa en la que la ciudadana rectora de la Universidad Central de Venezuela se quejaba del insuficiente presupuesto asignado. Apenas, alegó con razón, alcanzará para cancelar los sueldos y salarios del personal.
Tardío el reclamo, el caso ilustra muy bien toda una particularidad del sistema político que sufrimos, pues, siendo tan harto previsible el resultado, por una parte, planteado el proyecto presupuestario de 2018 en la tal constituyente, usurpadas las competencias de la Asamblea Nacional, muchos sectores optaron por callar y, así, como si tal conducta hubiese sido posible reconocerla y hasta recompensarla, pasaron por debajo de la mesa soslayando una polémica tan necesaria como oportuna.
El ya tradicional y muy bien calculado déficit presupuestario de las universidades públicas y autónomas, por otra parte, clamaba por una debida articulación de sus demandas e intereses. Sin embargo, siendo numerosas las autoridades rectorales que administraron su silencio con la detención de algunos emblemáticos profesores, por lo menos, pudieron diligenciar una respuesta pública contundente y convincente en relación a los recursos en camino.
La Asamblea Nacional, luego, pecó por omisión, desperdiciando una ocasión para debatir intensamente los problemas, riesgos y peligros que corren la autonomía y la noción misma de la universidad en Venezuela. En lugar de contribuir al indispensable esfuerzo, prefirió diluirse en la posibilidad del diálogo en República Dominicana, monumentalmente fracasado, incapaz de atender simultáneamente la obvia complejidad de un país en crónica emergencia.
Al respecto, los parlamentarios de Vente Venezuela nos dirigimos por escrito al presidente de la corporación legislativa, solicitando la inclusión del problemario universitario en la agenda de discusiones, sin obtener respuesta alguna, como tampoco la lograron los docentes agremiados de la Universidad Simón Bolívar que lo hicieron vehementemente, abierta la oportunidad en dos fechas importantes que coincidieron con el día de sesión ordinaria: el martes 21 de noviembre, Día del Estudiante, y el martes 5 de diciembre, Día del Profesor Universitario. Por consiguiente, el producto que arroja el sistema, tratándose de todo un régimen que sobrecondiciona a los actores, anticipando la respuesta, lleva la impronta de la propia oposición que, negligente, sólo queda para quejarse amargamente, retroalimentándolo voluntaria e involuntariamente.