Hace poco leí un artículo, titulado el día D para Venezuela, redactado por el brillante economista venezolano Ricardo Hausmann, actual director del Centro para el Desarrollo Internacional y profesor de Economía del desarrollo en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, donde hace un descarnado análisis sobre la situación económica de Venezuela. Allí Hausmann rememora la gran hambruna en la antigua Unión Soviética, específicamente la sufrida por el pueblo ucraniano y caucásico durante el régimen genocida de Josef Stalin, conocida en el mundo por la palabra ucraniana Holodomor que significa la “Gran Hambruna”, y nos alerta frente a una tragedia similar que puede ocurrir en Venezuela.
La primera vez en mi vida que oí esa palabra fue en una visita, siendo estudiante universitario, a la región de Sebastopol en la antigua URSS. En un descuido del intérprete oficial asignado, se me acercó un hombre de unos setenta años de edad y me susurró al oído: “si usted quiere el comunismo para su país, indague primero lo que pasó en Ucrania y en toda esta zona del Cáucaso, durante el Holodomor o Golodomor”. No me dijo más, pero la palabreja se me quedó en la mente y al regresar a Venezuela comencé a indagar y le preguntaba a los viejos comunistas, quienes me decían que eso era “basura propagandística del imperialismo y sus acólitos”.
La verdad era otra, ocultada por la URSS y el Komintern durante años: una política genocida dirigida por el partido comunista soviético y Josef Stalin contra un pueblo campesino, de pequeños y medianos propietarios rurales (los Kulaks), que se resistían tercamente a las colectivizaciones. A Stalin no se le ocurrió mejor idea que expropiar las cosechas, secuestrar los silos y almacenes de esos propietarios. Luego, cuando esos campesinos arruinados se iban a las ciudades en busca de alimentos, los esperaban soldados del ejército rojo para masacrarlos y dejar a la intemperie, del cruel invierno caucásico, a centenares de miles de mujeres, hombres y niños que morían, en las afueras de las grandes urbes ucranianas, de hambre y frío. Con la desclasificación de los papeles secretos de la KGB se descubrió que fueron millones las muertes que ocurrieron en el Holodomor.
Stéphane Courtois, en su famoso trabajo sobre el desastre comunista titulado El Libro Negro del Comunismo en el Capítulo 7: La Gran Hambre, narra el tema escalofriante de los niños, como siempre, los más vulnerables: “Uno de los sucesos más tristes del Holodomor fueron los niños abandonados. Una táctica que utilizaban muchos padres y madres para intentar salvar a sus hijos era acercarse a las ciudades e infiltrarlos en centros de acogida. De este modo muchos niños pudieron entrar en las urbes tras despedirse de unos padres a los que ya no volverían a ver nunca porque les esperaba una muerte segura. Lo más siniestro de este capítulo es que la gran mayoría de centros de acogida para los niños, procedentes de las áreas rurales dentro de las ciudades, fueron desmantelados por las autoridades soviéticas. Entonces, una vez capturados aquellos millares de niños por los soldados soviéticos, fueron transportados en trenes de mercancías a entre 50 y 60 kilómetros de las ciudades para abandonarlos en medio del campo, en plena intemperie, donde el hambre o el frío les irían provocando una muerte muy lenta que podía durar días mientras lloraban en compañía de desconocidos y sin el calor de sus padres”.
Hausmann alerta que Venezuela puede llegar a esos extremos, pues “para el mes de noviembre, el sueldo mínimo se había desplomado a apenas 2.740 calorías diarias. Y la escasez de proteínas es todavía más aguda. El abastecimiento de carne de cualquier tipo es tan reducido, que el precio de un kilo en el mercado equivale a más de una semana de trabajo remunerado al sueldo mínimo. Las condiciones de salud también han decaído, como consecuencia de las deficiencias nutricionales y de que el gobierno decidió no proveer fórmula para lactantes, vacunas contra enfermedades infecciosas, medicamentos para quienes están en tratamiento por SIDA, cáncer, diálisis y trasplante, y también los suministros generales de los hospitales. Desde el 1 de agosto, el valor del dólar ha añadido un cero, y desde septiembre, la inflación ha estado por encima del 50% al mes”.
Solo nos falta, para equipararnos a los ucranianos y caucásicos del holodomor, la represión que veremos cuando la situación del hambre llegue a niveles de desesperación y al régimen no le quede otra opción que abandonar el poder o reprimir a los pobres que van a saquear como ya estamos viendo ha comenzado a ocurrir.
No estoy de acuerdo con Hausmann en su propuesta para que la Asamblea Nacional destituya a Maduro y convoque fuerzas internacionales que vengan a ayudarnos, porque la primera propuesta ya se ensayó por la AN y no ocurrió nada, pues este es un gobierno que desprecia las leyes; y en cuanto a lo segundo, es una utopía, pues ningún gobierno ni grupo de países van a venir a invadir a Venezuela, somos nosotros los que podemos derrotar al régimen si nos lo proponemos. Ya lo hicimos en las parlamentarias, no veo cómo no poder hacerlo en las presidenciales si salimos todos a votar, porque no hay dudas que quienes nos oponemos a este régimen somos la mayoría y las mayorías no tienen por qué pedir ayuda sino a sí mismas, a su coraje y a su voluntad.
En todo lo demás de acuerdo, con nuestro economista orgullo académico de Venezuela en el mundo, porque también es verdad lo que dice el profesor de Harvard y es a lo que no debe jugar el gobierno: “a medida que la situación en Venezuela se torna inimaginable, sus posibles soluciones se acercan a lo inconcebible”. Si cierran los caminos democráticos, es como para recordarle a Maduro lo que decía su viejo camarada chino: “Una chispa puede incendiar la pradera”.
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