Diariamente escuchamos historias de lo que sucede en Venezuela, y ya son tantas que progresivamente comenzamos a perder la sensibilidad, despersonalizamos las desgracias y progresivamente vamos convirtiéndolas en estadísticas. ¡Nada más peligroso para una sociedad que perder la sensibilidad y no condolerse con el dolor ajeno que, al fin y al cabo, también debería ser nuestro dolor!
La “Patria” nos alcanzó a todos, nadie está exento, a estas fechas no creo que exista algún venezolano que no haya sido víctima del hampa o que no esté sufriendo la escasez de algo (cualquier cosa, aquí en Venezuela todo escasea). Pero hoy, muy particularmente quiero compartir la historia de Magdany Moreno, o mejor dicho, la historia que no vivió, y la historia de su muerte.
Magdany era joven y bonita, oriunda de Barinas (la Cuna de la revolución de Chávez), estaba casada con un Policía Nacional Bolivariano, y era madre de un bebé de tan solo 5 meses, pudo haber tenido una familia grande, y morir siendo abuela, o bisabuela, llena de recuerdos de una vida bien vivida. Pero en lugar de eso, su vida se apagó en una camilla de hospital, entre sábanas llenas de sangre y la impotencia de sus amigos y seres queridos, que nada pudieron hacer para salvarla. Quedó atrapada en medio de un ajuste de cuentas, le dieron un tiro en el estómago y horas después murió en el hospital Luis Razzeti de Barinas, víctima de la escasez de insumos. Podríamos decir que la mataron dos veces, primero el hampa, y luego la escacez.
Yhonnathan Carrillo, dirigente universitario de la UCV, me contó su historia:
“Viví esta situación terrible con un familiar el jueves en la madrugada, hasta hace un rato donde finalmente mi familiar murió. Ella era madre de un niño de 5 meses y le dieron un tiro en el estómago que le dañó los intestinos, entró a las 9.00 pm del día miércoles de enero al Hospital Luis Razetti de Barinas, y siendo las 2.45 am del jueves no la habían atendido aún. No le suministraron oxígeno porque no había, tampoco tenían insumos para operarla.
Nos pidieron hasta la anestesia, fue un caos conseguirla, llegamos a pagar por una sutura OCHOCIENTOS MIL BOLÍVARES (Bs. 800.000,00). Pudo ingresar al quirófano a las 8.05 am, luego de casi 12 horas en agonía, había perdido mucha sangre, la mantuvimos viva con una pera de aire manual, ella se aferró a su vida, no quería irse, salió de la operación, entró a la unidad de cuidados intensivos (UCI) y se estabilizó poco a poco, tuvo una recaída, un paro de 20 min donde la ardua labor de los médicos de la UCI y de Dios la ayudaron a continuar, nos avisaron que podría tener un segundo paro y era muy probable no resistirlo, ella quería vivir, lo tuvo y resistió, hasta que al final un tercer paro finalmente la venció, no aguantó.
Su bebé de 5 meses también resultó herido, producto de una herida de bala en su piernita, que además rozó uno de sus testículos, él fue operado después de 18 horas esperando por los insumos médicos que también tuvimos que conseguir.”
El bebé sobrevivió, pero quedó injustamente huérfano de madre. ¿Qué más puedo decirles? El vídeo habla por sí solo de la difícil situación que vivimos todos los venezolanos. ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que nos roben la vida, los sueños y la felicidad?
Víctor Jiménez Ures