Y es que cuando nos detenemos a observar la situación actual, y encontramos que en nuestro país nada funciona, ni el transporte, ni la salud, ni la recolección de basura, ni el ornato, ni la energía eléctrica, ni el servicio del agua potable, ni otros servicios básicos, cuando la seguridad ciudadana y jurídica brillan por su ausencia y pareciera que el contrato social que regula el funcionamiento del estado está allí solo para ser trasgredido, va cobrando fuerza la hipótesis de que este no es un caos casual, sino más bien inducido.
Acaso esa apatía en la que está sumida la mayoría de la población del país que solo se dedica a buscar medios de supervivencia de las formas más variopintas que llegan hasta los límites de comprar muy barato artículos esenciales como alimentos y medicinas para vendérselas a su vecino de toda la vida fijando el precio de acuerdo a la necesidad de este último, ¿es el resultado final del plan de integrar una sociedad de “hombres nuevos”?
Es muy difícil llegar a pensar que en todo el aparato gubernamental no haya alguna mente consciente que se dé cuenta de que la calamidad actual existe, está allí y crece con el paso de los días y que no haya alguien que pueda pedir cordura para aplicar correctivos a este desastre. Solo vemos voceros justificando esta tragedia con argumentos cada vez más increíbles, señalando culpables en todos lados menos entre los acólitos del proceso, radicalizando más el discurso de odio y apretando cada vez con más firmeza el nudo maniqueista de la discriminación política con fines electoreros.
Qué grave sería descubrir con el paso del tiempo, que la sociedad venezolana sufrió todo este despropósito premeditado por un grupo que no vio más allá de sus ambiciones propias y de sus ansias de poder y que el pueblo que una vez los eligió para que le sirvieran, se los haya permitido.
Ing., José Manuel Rodríguez
Analista político
@ingjosemanuel