Democracia, política y diálogo: una triada indispensable, por @freddyamarcano

Democracia, política y diálogo: una triada indispensable, por @freddyamarcano

Este nuevo año 2018, nos trae muchos retos. Uno de ellos es reivindicar el diálogo en su exacto significado y dimensión, puesto que tiene una carga semántica e  histórica que no podemos obviar, y no cualquier conversación conduce al diálogo, a la negociación y al acuerdo. Desde que se inició el  encuentro en República Dominicana, las partes han desatendido -quizás hasta obviado- este aspecto central, lo cual ha generado  confusión en los sectores de la oposición frente a un gobierno que no se molesta siquiera en explicar la materia a sus seguidores.

Debo resaltar que el diálogo es consustancial al ejercicio democrático, como un valor ético de la política civilizada, negada a realizarse a través de las armas y de la violencia; además, es una metodología para reconocer y resolver las diferencias que no constituyen delito alguno. Por más que el pueblo venezolano tenga una misma identidad que lo particularice frente a otros pueblos, dentro de la unidad es también diverso, complejo y plural. Nadie puede pedirle al otro una absoluta uniformidad, ya que no somos una especie de seres mecánicos, resignados y obedientes. Aún al interior del más modesto hogar, hay pareceres distintos, por lo que resulta lógico que los haya en todo un inmenso país que requiere procesarlos hasta consensuar aquellos que nos permiten convivir en paz. Solo esperaríamos sinceridad entre las partes para poder así retomar la confianza que se ha perdido.

El diálogo real y sincero, obliga a la comunicación, al intercambio de conocimiento, a la comprensión y la empatía con el otro, para lograr un acuerdo mínimo y necesario. No lo hay cuando existe el recelo, la triquiñuela, la zancadilla, la engañifa y la prepotencia de los que se dicen dialogantes, trátese de un padre de familia que debe solventar un caso con el hijo rebelde o trátese de toda una nación que no tiene para comer, incluso, siendo productora de petróleo. Al acercarse el 60ª aniversario de los hechos del 23 de Enero, por ejemplo, recordamos que, después de la caída de la dictadura, Venezuela comenzó a reconocerse con todas sus diferencias, al dialogar en torno a la posibilidad de una candidatura presidencial unitaria o de varias, como ocurrió luego al amparo del Pacto de Punto Fijo que supuso un intercambio de opiniones y una decisión compartida de los partidos que lo suscribieron.

De algo se puede estar seguro, no hay diálogo que valga si no está inspirado y fundado en el Estado de Derecho que se traduce en un conjunto de libertades y garantías; la inexistencia de este estado implica la aparición de laextorsión, el chantaje y la violencia. Asimismo, no puede existir diálogo en una sociedad donde no se respete la libertad de conciencia, expresión, reunión, asociación y el derecho mismo de petición a las autoridades. Sólo el diálogo de las cúpulas oficiales y opositoras permitirá la vigencia real e inmediata de esas libertades y garantías indispensables para que haya ciudadanía. Un dialogo sin estado de derecho será de todo, menos un diálogo de vocación y entendimiento democrático.

Una sociedad pluralista necesita de decisiones significativas y consensuadas que se traduzcan en instituciones y espacios que resuelvan las diferencias. Por ello, la importancia genuina de las elecciones regulares, pulcras y periódicas; la existencia de un parlamento plural y representativo, donde se siente la diversidad de puntos de vista, como el respeto a los medios de comunicación que deben ser voceros auténticos de la multiplicidad de los puntos de vista. Reconociendo, entonces, la necesidad de un diálogo democrático, debemos reconstruirlo de inmediato sobre bases distintas a las que nos llevaron a República Dominicana. El pueblo pide a gritos que la oposición viré el timón, rectifique todos los errores, incluya a todos los sectores que han sido excluido por pensar diferente. No podemos actuar de la manera como actúan los que adversamos.

@freddyamarcano

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