Como se sabe, hay gente inescrupulosa que le encanta ganar indulgencias con escapulario ajeno. Por eso la peste que nos des-gobierna se afana en su intento de convencernos de que la educación gratuita se la debemos al golpista chávez y ahora a su séquito que en mala hora le sucedió el poder; que el teatro Teresa Carreño ahora es de todos y que la quebrada pdvsa, después de diecinueve largos años, es solo culpa del inefable Rafael Ramírez.
Solo por mencionar esos únicos tres casos de las tantas inexactitudes que viven en el delirio del régimen que hoy manda en Venezuela. Y hablando de escapulario –como se sabe-, el sambenito era aquel que se ponía a las personas condenadas por la Inquisición para distinguirlas. También así se llamaba al que se colgaba en las iglesias con el nombre y la pena de las personas castigadas por la Inquisición.
Hoy en nuestro país, todos llevamos – por desdicha- ese tenebroso escapulario, ese sambenito que la peste nos ha impuesto, bien en la amenaza constante de no encontrar un pan que comer o una gragea que calme nuestro dolor. Otro tanto ocurre con el detestable “carné de la patria”, grosera manera de control social, al tiempo que sirve al perverso fin de manipular con las miserias del pobre.
El Carnicero, mote que se le ha dado al personajillo innombrable, constituye y representa en sí mismo un sambenito que nos aturde y perjudica; acecha y asecha el sujeto siniestro al que se le teme en todas sus formas de presentación: El coco, el espanto, fantasma o sombra amenazante.
¿Son tinieblas, es un adefesio o un duende? Porque superman no es. Es el poder que arremete contra todo aquel o aquello que le adversa, o sencillamente no comparte su forma de gobernar, de mandar, más bien.
No perdona ni tolera a nadie ni a nada que no le sea afecto. Quienes no le siguen ni aplauden sus ocurrencias, como la reciente aparición en la red social Facebook Live, rechazan la manera omnipotente y omnipresente de ejercer el mando.
La oposición piensa distinto porque por ese se opone. Y por ello el poder, trocado en perverso coco, carnicero o injustificado sambenito, ejerce sobre la disidencia acoso y persecución, al punto de tratar de reducir al mínimo todo vestigio de diferencia.
De allí las expropiaciones, cierres de medios de comunicación, censura y autocensura, leyes represoras, amenazas y encarcelamiento de la oposición, y un rosario más de calamidades que hoy nos aquejan.
En todo caso, no creo que la peste roja rojita alcance de un todo paralizar a toda una nación que reclama, en buen derecho, un cambio de presidente dentro de lo cánones constitucionales y legales que rigen a la República.
El poder acusa miedo y debilidad en sus posibilidades electorales; pero por otra parte, sabemos quién detenta el mando en Venezuela, y seguramente intentará conservarlo “cuéstele lo que le cueste”, eso ha dicho.
Son diecinueve años cargando con este sambenito, este injusto martirio, esta maldición inmerecida, este castigo innecesario. Por eso la sociedad venezolana, encarnada en los más que queremos salir de esta caverna y dejar de cargar el diabólico escapulario, pedimos a gritos un cambio de gobierno en paz.
Habrá mucho por hacer luego de esta prolongada barbarie que ha acogotado la economía, el sistema político y las libertades públicas en Venezuela.
Acudir a la protesta en la calle es hoy la inquietud de muchos venezolanos que, viendo la apatía de sectores limitados únicamente desde barreras ilusorias y autoimpuestas, que en nada contribuyen a una salida democrática, unitaria y dirigida por luces orientadoras que nos permitan superar a la “revolución bonita” que nos desgobierna.
La tranquilidad de la indiferencia es mala consejera, perniciosa, de allí la necesidad de expresarnos bajo cierta guía de factores democráticos que ofrezcan válidas posibilidades de resolución del conflicto que nos aqueja, y que de suyo socava las bases de la democracia misma.
El Carnicero seguirá en cadenas ilegales e interminables que sirven de plataforma para el proselitismo político, el culto a la personalidad y uso abusivo de bienes públicos, lo que de suyo viola el ordenamiento jurídico vigente y otorga, groseramente, ventaja al oficialismo rojo.
Siguen los improperios en contra de los venezolanos que piensan distinto; luego de cometer muchos y disímiles desatinos en su mala gestión de gobierno; no cansado de ofender y maltratar a todo aquél que no comparte las políticas del viejo gobierno que inició su papá, el golpista, y de arremeter con sus amenazas y ofensas contra el honor de quienes adversan legítimamente su modelo autoritario, el susodicho osa presentarse de nuevo como candidato para terminar de acabar con lo que queda de país. Eso creo.
Conviene quitarnos ese sambenito, dejar de cargarlo por la injusticia que representa, y echarlo –mutatis mutandis- como cuando se lanzaron al mar los grillos de la dictadura gomecista en el Castillo de Puerto Cabello, en febrero de 1936. Entonces el grande Andrés Eloy Blanco dijo en su discurso: “
“Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora, vayamos a la escuela a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos en nombre de la Patria. Y enterraremos los de la Rotunda. Será un gozo de anclaje en el puerto de la esperanza. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito sea el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla de hierro en la carne de un hijo de Venezuela”
Y no olvidar que el ch …abismo nunca será un recuerdo provechoso del pasado, pero sí un letrero vigilante del porvenir.
Jesús Peñalver