Hasta septiembre de 1939 en Venezuela los bancos comerciales podían acuñar monedas e imprimir billetes siempre y cuando tuviesen oro en sus bóvedas que sirvieran de respaldo y posterior a esa fecha, toda la emisión fue encomendada al BCV mediante un conjunto de leyes que pautaban claramente que para imprimir un billete el BCV debía tener como soporte activos de calidad, principalmente oro y divisas, prohibiéndose de forma taxativa el financiamiento al gobierno, por el peligro que ello representaba. Con altos y bajos, ese dogma permitió que Venezuela mantuviese tasas de inflaciones no solamente bajas sino también estables por más de cuarenta años, inclusive inferiores a la de los Estados Unidos, durante al menos diez años. Toda esa sanidad en el manejo monetario se fue relajando a partir de 1976 y aquella disciplina se fue esfumando hasta desaparecer. Hasta 1983, el bolívar era una moneda que tenía estatus de divisa al ser aceptado en la mayoría de los países, por cuanto las expectativas de devaluación eran bajas. A ello ayudó sin dudas la elevada renta petrolera, pero más importante, el manejo responsable de la política monetaria, dirigida por gente honorable.
Hugo Chávez no creía en nada que tuviese que ver con la estabilidad de la moneda y empezó a abusar del financiamiento del BCV al gobierno, primero cambiando su método contable para generar dinero de la nada, luego con el cuento del millardito para seguir con la conformación de un conjunto de fondos como el Fonden que poco a poco fueron minando las bases financieras de la economía hasta destruirlas y con ello al bolívar. Pero lo que ha hecho el gobierno de Maduro no tiene parangón. Ha mantenido un régimen cambiario absurdo que ha llevado a la quiebra de PDVSA y ha hecho que el BCV financie de manera masiva el déficit fiscal con lo cual el bolívar ha caído a valores ínfimos respecto al dólar, con lo cual se ha producido una hiperinflación que hace que los venezolanos repudien su moneda y que el bolívar no cumpla ninguna de las funciones anteriormente descritas. De esta manera, la hiperinflación mató al bolívar y habrá que pensar en cómo lo sustituimos por otra moneda que mantenga su valor.