No hubo país latinoamericano que no tendiera una alfombra roja al chavismo durante los tiempos de la diplomacia petrolera. El fallecido presidente y su para entonces canciller no solo eran recibidos con honores de cuanto avión se bajaban, sino que se convirtieron en la voz de mando en una región infectada de gobiernos populistas y chulos de aquella abultada chequera bolivariana. No se salvaba nadie, ni aquellos que decían no pertenecer al llamado eje Caracas-La Habana liderado por Venezuela.
Todos les reían los chistes al autodenominado “Quijote caribeño” que entre disfraces, chistes e insultos hizo y deshizo a su antojo en el plano internacional, creó organizaciones multilaterales, financió escuelas, hospitales y hasta carrozas en un carnaval de Rio. No había un no que la petrodiplomacia no pudiera convertir en sí.
Nadie era capaz de mirar a Venezuela, eran tiempos de complicidad y silencio. Aquellos que elevaban su voz en medio de esa especie de “unanimidad” interna y externa tenían poca esperanza que su llamado de alerta tuviera receptividad. Solo hay que recordar cómo algunos presidentes latinoamericanos se negaban a recibir representantes de la oposición venezolana, quienes parecían locos arando en el mar buscando una solidaridad que nunca llegaba.
En esta etapa tan crítica del país hay que repetir que la situación nacional no se deterioró de un día para otro. Aquí se hicieron muchas alertas que no fueron escuchadas, se le dijo a la región que la crisis venezolana se extendería como una epidemia por todas partes, directa o indirectamente. Hubo una Latinoamérica que no quiso mirar, ni escuchar, ni entender.
Hoy la situación es distinta, no solo porque el eje del mal tuvo sensibles bajas en varios países, sino porque el drama humanitario venezolano se ha expandido por todo el continente. Hoy son las puertas del mundo que se le cierran a quienes hasta hace poco parecían tener la llave para entrar donde quisieran. Este año Latinoamérica vivirá procesos electorales muy importantes, pero incluso cambiando radicalmente el balance de fuerzas en la región nadie podrá a estas alturas de la crisis venezolana volver a cerrar los ojos o mucho menos, guardar silencio otra vez.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub