Un adolescente con trastornos mentales intentó asesinar en 1981 a la reina Isabel II de Inglaterra durante una visita a Nueva Zelanda, pero la policía local decidió mantener el caso en secreto, según unos documentos desclasificados publicados este jueves.
El 14 de octubre de 1981, Christopher Lewis, de 17 años, disparó un rifle de calibre 22 desde el quinto piso de un edificio de Dunedin, en el sur de Nueva Zelanda, confirmaron unos documentos del Security Intelligence Service (SIS), los servicios de inteligencia neozelandeses.
El tiro se produjo mientras la reina salía de su limusina, frente a miles de personas, para visitar el Museo Otago.
El disparo no causó ningún herido y la policía aseguró a los miembros de la comitiva que se trataba de la explosión de un petardo.
Los documentos desclasificados muestran que los servicios de inteligencia interior investigaron inmediatamente el intento de asesinato, después de que la prensa se preguntara sobre el origen del disparo. Las autoridades llegaron a decirle a algunos periodistas que el ruido se debía a la caída de un panel.
El francotirador fue detenido poco después, en una investigación sobre un robo en una casa que no tenía nada que ver, y confesó haber intentado asesinar a la reina.
La policía, que en un primer momento pensaba que el adolescente deliraba y que “vivía en su mundo”, encontró el rifle y el cartucho vacío en el edicio desde el cual Lewis afirmaba haber disparado.
– Suicidio –
El detenido afirmó pertenecer a una organización de ultraderecha llamada Ejército de la Guerrilla Imperial Nacional, que contaba, según él, con otros dos miembros, “el Oso Polar” y “el Muñeco de Nieve”.
Dos adolescentes fueron arrestados, aunque más tarde Lewis aseguró que esa organización era en realidad una invención suya.
Las autoridades decidieron procesar al francotirador, no por traición ni por intento de asesinato, sino por posesión de arma de fuego y robo. Fue condenado a tres años de cárcel.
Los documentos del SIS, en los que figuran notas y croquis de las posibles trayectorias del disparo, fueron desclasificados tras una investigación sobre el caso que publicó en enero el portal de información neozelandés stuff.co.nz.
Los papeles indican que las autoridades optaron por esconder el caso, probablemente para tapar un grave fallo a la hora de proteger a la comitiva real que pudiera disuadir a la reina de volver a visitar el país.
“Lewis tenía la intención de asesinar a la Reina”, según una nota de 1997. “Sin embargo, no estaba situado en una situación ventajosa para disparar y no tenía un fusil lo suficientemente potente como para alcanzar a su víctima a esa distancia”.
Otra nota del SIS afirma que “la reina estaba protegida por edificios salvo en cuatro ocasiones, durante dos segundos”. Además, indica que los exámenes balísticos “mostraron después que era más probable que la bala hubiera pasado muy por encima de la multitud”.
Lewis se suicidó en 1997, estando detenido, mientras esperaba a ser juzgado por el asesinato de una mujer y el secuestro de su hijo.
No fue el único en atentar contra la vida de la reina.
Unos meses antes, la soberana salió indemne de un atentado con bomba imputado a la organización norirlandesa IRA durante la inauguración de un terminal petrolero en las islas Shetland, en mayo de 1981.
Un mes más tarde, Marcus Sarjeant disparó seis balas de fogueo cuando la reina pasaba cerca, a caballo, durante una ceremonia en Londres.
Y un año después, Michael Fagan, de unos 30 años, consiguió colarse en el dormitorio de la reina.
Según se cuenta, Isabel II, despertada por el intruso, charló unos diez minutos con él hasta que Fagan fue detenido.
AFP