Justificado o no, la mayor preocupación de los colombianos es que el país se convierta en otra Venezuela, publica ABC.
POLY MARTÍNEZ
@Polymarti
Corresponsal en Bogotá
¡Ahí viene el «castrochavismo»! Ese es, tal vez, uno de los temas más debatidos y utilizados en esta campaña presidencial para polarizar el ambiente, mover emociones y asustar o alentar al electorado colombiano que observa con estupor la situación que hoy vive el pueblo venezolano.
Algo de contexto: el término «castrochavismo», hábilmente acuñado en tiempos del plebiscito para influir desde la orilla del «no» la votación en contra de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, se identifica en el imaginario nacional como la posibilidad de que Colombia, al votar por el centro izquierda o la extrema izquierda (así la FARC, hoy partido político, prácticamente ni aparezca en las encuestas y sea consistente su imagen negativa) sea tomada por el fracasado Socialismo del Siglo XXI venezolano (Chávez) y pase a convertirse en marioneta de los intereses del gobierno cubano (Castro).
La estrategia fue y sigue siendo efectiva. Hace unos días, la encuestadora Cifras & Conceptos le tomó el pulso a la intención de voto de los colombianos y consultó en una lista cerrada de temas cuál es el que más temor les produce. Ganó, con un 68%, «que Colombia se convierta en otra Venezuela», por encima de preocupaciones por la economía, el paro, la seguridad o la salud.
¿Serán estas elecciones presidenciales un abismo sin retorno? ¿Es una verdad como un puño o una falsa verdad? ¿Es Colombia 2018 la Venezuela de 1998? ¿Y se puede extrapolar sin más esa afirmación sin analizar las diferencias en historia, procesos democráticos, capacidad institucional, además de 20 años que separan los dos eventos electorales? Tres analistas consultados comentan el asunto:
Fernando Cepeda Ulloa, exministro de Estado, catedrático, embajador de Colombia ante ONU, OEA, Canadá y Francia:
«Colombia no es igual a Venezuela, país que ha tenido golpes de Estado, dictadores y no cuenta con la tradición democrática e institucional de este país. Aunque Venezuela sí es un problema para Colombia, afirmar que Colombia esté caminando hacia allá, no. Si gana Gustavo Petro, candidato de la izquierda, la preocupación no es que nos convierta en la Venezuela del chavismo sino que es pésimo administrador. Ahí la pregunta es otra: ¿cómo harán las instituciones colombianas para compensar la pésima administración? Colombia es un país muy difícil de gobernar, dudo que la Corte Suprema, el Consejo de Estado, el Congreso, los gobernadores y alcaldes se dobleguen ante un líder autoritario, por eso en Colombia no ha existido una figura como Chávez».
Elisabeth Ungar, politóloga, analista, experta en temas electorales, reforma política y lucha contra la corrupción:
«Cuando Chávez subió al poder la situación era parecida en términos de protesta ciudadana contra los partidos tradicionales. Pero hasta ahí llegan las similitudes. Ese hecho y las condiciones particulares de Venezuela fue el caldo de cultivo para abrirle las puertas al chavismo. En Colombia lo que nos polarizó fue haber sometido a plebiscito los acuerdos de paz, cosa innecesaria que sirvió de detonante para esta controversia. Fue un error histórico que pagará Santos. Claro que es fácil decirlo ahora, pero pienso que sin plebiscito no estaríamos en esto».
Andrés Hernández, director de Transparencia por Colombia:
«Son contextos, tiempos y realidades muy distintas, lo que no quiere decir que no existan “outsiders” que generen controversia e incluso cierto riesgo al sistema. Dos consideraciones: aunque no tenemos la autoridad electoral más fuerte de América Latina, sí tenemos una institucionalidad pública mucho más sólida, que opera de mejor manera y no ha sufrido la degradación sucedida en Venezuela.
Por otro lado, la élite política venezolana antes de Hugo Chávez tenía una resistencia muy fuerte al cambio, a la renovación en los liderazgos políticos, acompañada por una situación económica que les permitía vivir en condiciones más privilegiadas. En Colombia el contexto es distinto, no tenemos una economía boyante, el debate político evidencia diversidad de candidatos y para todos los gustos, y hace años quebramos el bipartidismo tradicional arraigado, que bloqueaba las salidas democráticas en Venezuela. Aunque no hay una gran renovación política, sí tenemos líderes distintos, como Sergio Fajardo o Gustavo Petro, que no llevan 20 años disputándose la presidencia; abren una oferta electoral diferente. A esto se suma el rol de las fuerzas militares colombianas, más avanzadas y no cooptadas por el Ejecutivo».