José Noguera Santaella: Los riesgos de la dolarización

José Noguera Santaella: Los riesgos de la dolarización

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Durante varias décadas, la inflación fue uno de los problemas económicos más severos sufridos por América Latina. Venezuela había sido un país con una inflación baja o moderada cuando el resto del continente tenía problemas de inflación severos, pero Venezuela se ha caracterizado en los últimos setenta años por adoptar tardíamente política fracasadas en otras partes del continente. Adoptó la sustitución de importaciones en los sesenta cuando ya esta política estaba dando señales de mal funcionamiento en el resto de la región. Comenzó a adoptar políticas macroeconómicas populistas desde los ochenta, cada vez con mayor intensidad, a pesar de la experiencia fallida de Allende, y luego con mayor severidad en el resto del continente, con episodios de hiperinflación en Argentina, Brasil, Bolivia y Perú. Más recientemente, hay una idea de política tardía que ha comenzado a rondar como si fuera una panacea, como una forma de resolver la severa inflación y el estancamiento económico que ya lleva cuatro décadas. Esta idea es la dolarización. Esto no fuera un problema serio, de no ser por economistas parlanchines, algunos asesorando a candidatos en una contienda electoral ilegítima, aunque sin chance alguno de convertirse en gobierno, que ayudan a crear una corriente de opinión demagógicamente sin posiblemente saber él mismo las consecuencias de las políticas que propone.

¿En qué consiste la dolarización, y cuáles son sus pros y sus contras? La dolarización consiste en adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional, renunciando a tener una moneda propia. Es decir, el bolívar desaparecería para siempre. Esta política tendría dos ventajas muy importantes: reduciría la inflación a niveles similares a la de los Estados Unidos e impondría automáticamente una libre movilidad de capitales, lo que eliminaría definitivamente los controles de cambio que tanto daño han causado a la economía venezolana. Ambas consecuencias en conjunto crearían un ambiente monetario adecuado para atraer la inversión y revertir el empobrecimiento continuo de las últimas décadas.





Pero no todo es alegría. La dolarización es una política sin retorno que conlleva riesgos muy severos. El principal problema de la Venezuela en las últimas décadas ha sido que gasta todo el dinero, y a veces lo malbarata, que le entra durante los booms del petróleo, y se queda sin recursos cuando el precio del petróleo cae, ocasionando crisis severas. Esto se ha reflejado en términos monetarios en un aumento en la inflación y en crisis monetarias y financieras que han sido respondidas con políticas de controles de cambio que ocasionan estancamiento económico. En palabras sencillas, el país no ahorra durante la época de las vacas gordas por lo que no hay comida durante la época de las vacas flacas. Este es, en realidad, el problema de fondo, el cual no lo resuelve la dolarización. Si en vez del bolívar, Venezuela adoptase el dólar como moneda y siguiera sin ahorrar durante las vacas gordas, un boom petrolero se reflejaría en abundancia, pero una caída de los precios del petróleo se reflejaría en una severa depresión económica, al perder el país capacidad de compra y por ende de producción. Este es el caso actual de Ecuador, por ejemplo. El expresidente Correa trató de eliminar el dólar como moneda, pero no pudo, y Ecuador actualmente está sufriendo una recesión económica producto de la caída en los precios del petróleo y por ende de su ingreso nacional.

Un segundo problema que trae la dolarización es el de los “shocks asimétricos”. Este es el problema que ocurre cuando hay un boom en los Estados Unidos, por ejemplo, pero se produce una recesión en Venezuela, indistintamente de la causa del fenómeno. Con una moneda propia, un banco central puede responder utilizando la política monetaria, bajando la tasa de interés en bolívares, por ejemplo. Pero habiendo adoptado el dólar como moneda, la tasa de interés la impone la Reserva Federal de los Estados Unidos, que la fijará en función de los intereses norteamericanos y no de los venezolanos, por lo que el país tendría que simplemente asumir su depresión económica sin capacidad de respuesta. Este fue el caso, por ejemplo, de España, que adoptó el euro como moneda, pero la política monetaria del euro la decide en Banco Central Europeo en Frankfurt, Alemania.

Una tercera consecuencia grave de adoptar la dolarización es que, en la práctica, nos condenaría a seguir siendo un país petrolero, quizás para siempre. Adoptar el dólar como moneda implica que los costos de las empresas serán también en dólares, y por ende éstas deberán competir con costos similares a los de las empresas estadounidenses. En consecuencia, mantener el empleo y el aparato industrial no petrolero creciendo requeriría que la productividad en Venezuela crezca al mismo ritmo que la de los Estados Unidos. Este no es un desafío fácil de encarar. La caja de conversión que implementó Argentina, que indexaba el peso argentino uno a uno con el dólar, ocasionó una recesión de tal magnitud que hizo que su economía terminase con el famoso corralito y con una tragedia.

Existen políticas alternas que pudieran implementarse. La más importante es crear una institucionalidad que fuerce la responsabilidad en el manejo de los fondos públicos. Eso es posible hacerlo y es menos difícil de lo que podría pensar el lector. La dolarización no elimina la irresponsabilidad. Este no obstante es un tema para otro artículo.