Quizás este artículo no sea políticamente correcto, pero como sociedad meremos que nos evaluemos mucho para que lo que vivimos no se repita jamás. Cada quien es dueño de sus decisiones, aquí no pretendo dar lecciones de moral, solo contar mi experiencia en un país que no se vino abajo hace unos meses, sino que fue un proceso largo y progresivo del cual una gran mayoría de venezolanos no se dio cuenta o no quiso darse cuenta hasta que la crisis le tocó la puerta.
Recuerdo que una de mis primeras protestas fue en 2006 cuando fueron encontrados asesinados los hermanos Faddoul. Fue la primera de numerosas marchas que vendrían. Un ejemplo claro fueron las manifestaciones del 2007 cuando estuvimos más de un mes en la calle de manera ininterrumpida exigiendo nuestro derecho a la libertad de expresión. En todas estas fechas, en 2014 e incluso el año pasado lo que yo veía en Caracas eran dos países: el que terminaba en Chacaito y el empezaba en Sabana Grande. Recuerdo que en los días más duros de muerte y represión, bastaba cruzar hacia Sabana Grande para ver personas lanzando burbujitas de lava plato y riéndole en círculo los chistes a un payaso, eso cuando a pocas cuadras la policía y los colectivos mataban y reprimían manifestantes.
Imposible no recordar una frase que nos retrata mucho como sociedad y que era muy repetida en mercados, barberías y lugares públicos cuando alguien osaba acercarse con un panfleto o introducía a una conversación un tema político: “si yo no trabajo, no como”. Era como si las personas que decían esto pensaban que la política jamás los iba a afectar, que mientras otros arriesgaban su vida en la calle para que ellos tuvieran no solo trabajo, sino un país en el cual vivir, a ellos les daba igual lo que pasaba, vivían dentro de una burbuja de lavaplatos de esas de Sabana Grande.
Ni hablemos de aquellos que ni consideraban el instrumento de protesta menos costoso y más eficaz cuando aún se podía ejercer medianamente libre: el voto. A nosotros nos tocó rogar a través de campañas para que la gente se inscribiera en el registro electoral o votará el día de las elecciones. Nos montábamos hasta en camiones con megáfonos en lugares donde ganaba la abstención.
El tiempo no lo podemos regresar, pero hoy cuando millones de venezolanos se ven obligados a dejar el país, nos toca mirar hacia atrás como quien haciendo esto mira también a ese futuro que no quiere que sea igual. Nadie es juez de las decisiones de otro pero estoy seguro que más fácil que emigrar hubiese sido unirnos en un solo país y para pararnos firmes cuando nos iban quitando uno a uno nuestros derechos, no una parte solamente, como si los ciudadanos fueran unos pocos. Más fácil que emigrar hubiese sido votar cuando se podía, dándole un nuevo rumbo a Venezuela y devolviéndonos la prosperidad. Ni hablemos de lo mucho más fácil que hubiese sido jamás haber votado por Chávez o Maduro.
Hoy el país es otro, no solo por su nivel de destrucción, sino porque el costo de protestar se elevó y el valor de votar se perdió en las condiciones actuales. Muchos creen que no existe otra salida que irse y si no lo haces te tratan como si estuvieras loco. Quienes aquí quedamos sea cual sea las razones debemos empezar por unirnos, nada de lo que lograremos lo haremos cada quien por su lado, el interés para hacerlo creo que sobra, hoy no hay ni trabajo ni comida para esos que evitaban participar diciendo “si no trabajo, no como”. Pero lo más grave es que no habrá país y evitarlo solo depende de nosotros.
@Brianfincheltub