No culpo a mis coterráneos venezolanos por su comportamiento político y toma de decisión electoral producto de su conexión emocional con el “líder” del momento. Situación muy similar ocurrió en el periodo llamado cuarta república con los candidatos del bipartidismo vigente cuando se decía: “si los adecos y copeyanos presentan burros en las elecciones todo el mundo vota por ellos”.
Como nosotros somos muy dados al humor y de cualquier situación hacemos un chiste, ahora en el juego de animalitos cuando dicen: ¡salió Maduro! no hay más nada que preguntar, ya se sabe cuál fue el animal ganador. Es como si la historia se repitiera.
Pero mi respetado Presidente, con todo el honor, jerarquía y majestuosidad del cargo ostentado por su persona, ni remotamente ocurre en mi conciencia asociarlo con algún ejemplar del zoológico. Después de todo, ¿Quién soy yo para lanzar la primera piedra?
Además, Usted no buscó la Presidencia de la República, a Usted se la regaló el extinto presidente Chávez cuando dijo antes de su último viaje a Cuba: “Si por alguna circunstancia sobrevenida me ocurriese una situación irreversible en esta operación, voten por Nicolás Maduro”. Chávez le traspasó la Presidencia… ¡Felicitaciones, no es cualquier regalo!
Por otra parte señor Maduro, nosotros los venezolanos fieles a Bolívar y sus altas aspiraciones de construir la república de La Gran Colombia integrada por Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela y Colombia, nos abrazamos en un solo sentir y una sola emoción con nuestros hermanos latinoamericanos y debemos reintentar esa epopeya. Tal como ocurre actualmente en el continente europeo: una sola moneda; sin fronteras, sin pasaportes; un Congreso común y un solo objetivo: ser fuertes, grandes e indestructibles ante cualquier imperio.
¡Siempre serán bienvenidos a Venezuela a luchar y trabajar todos los hermanos latinoamericanos. A vibrar con su alegría y esfuerzo progresando junto esta noble nación. Igual trato pedimos para nuestros hijos, nietos y demás familiares emigrados a esos países por la actual desgracia que nos arropa.
Desgracia, señor presidente Maduro, a la cual Usted ha contribuido -y contribuye- todos los días a engrandecer. Por el bien de su persona, sus hijos, toda su familia, la gran familia nacional; toda Venezuela, toda Latinoamérica y el mundo completo, se le agradece una sola cosa: “Renuncie y váyase; no postergue su viaje hasta última hora como el dictador Pérez Jiménez quien precipitadamente abordó el avión llamado La Vaca Sagrada para huir a la República Dominicana.
No alargue más nuestra agonía, nuestra desgracia y sufrimiento. Ni el suyo.
Sus nietos y generaciones futuras de venezolanos y colombianos se lo agradeceremos infinitamente.
Todavía está a tiempo. Negocie con el Frente de Unidad Nacional, todos los sectores de la sociedad, ONGS, partidos políticos, la Iglesia Católica, Evangélica. Los estudiantes, la academia, empresarios, sindicatos, gente de la cultura, y sobre todo con las dignas Fuerzas Armadas Venezolanas, institución que Usted ha degradado al máximo. Salve a su gente, su partido, sus líderes, su revolución… pero, váyase.