“No hay que hacer justicia con propia mano,
pero está en nuestras manos que se haga justica” Alfredo Romero
Dicen que cuando un hijo sufre la madre sufre el doble y basta ver los ojos de Yamile para corroborarlo, una mujer quien a pesar de que está libre su corazón está preso junto al de su retoño en el SEBIN donde ha sido torturado física y psicológicamente sin piedad simplemente por pensar diferente y desear un mejor país donde los Derechos Humanos sean respetados y los jóvenes puedan soñar con un mejor futuro dentro de sus tierras.
Desde el secuestro de Lorent, Yamile se ha convertido en su voz, exigiendo su liberación y la de todos los presos políticos. Una madre que no ha descansado ni descansará hasta que eso suceda porque su alma al igual que la de él tiene sed de justicia y libertad.
Al verla desde lejos se percibe con claridad la imagen de su hijo pero quien logra acercarse descubre que dentro de esa imagen se dibuja el mapa de la pequeña Venecia suramericana, porque amar a su niño es amarlo con todas sus pasiones y la pasión más grande de Lorent se llama Venezuela.
Lorent es un tachirense con sangre árabe, quien desde muy joven sintió el llamado agonizante de su país, un llamado perturbador que lo despertaba en las noches y le suplicaba que luchara por el fin de las injusticias. El llanto de las madres que perdían a sus hijos y los hijos que perdían a sus padres en medio de tanta violencia auspiciada por un gobierno que había prometido que la delincuencia y los niños en las calles se terminarían en un par de años. Así, de un día al otro se encontró en una protesta en las calles, luego en otra de hambre abogando por los presos políticos y después en el exterior rechazando la salida de Venezuela del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Lorent Saleh se convirtió en muy poco tiempo en un problema para el régimen y como tal debía ser castigado para que tanto el cómo sus seguidores se calmaran. Olvidando que se puede encerrar un cuerpo pero no las ideas y aunque confinen a unos, pronto se levantaran otros, porque los venezolanos amamos a nuestro país y desde donde sea siempre existirá quien desee seguir luchando por esas tierras.
La separación física de Lorent y Yamile representa al resto de las familias venezolanas divididas por la violencia, la cárcel y la distancia. Por otro lado, su unión emocional, simboliza el amor nacido y forjado en aquella nación en la que se ha nacido, crecido y a las que unos se niegan dejar mientras otros añoran regresar.
Hace unos años Lorent atendió el llamado de nuestra patria y con ello, una lanza cruzó el pecho de Yamile. Cientos han caído ante la crueldad del régimen, miles han sido presos injustamente y millones esperan por un salvador que llegue a ponerle fin a esta tragedia.
El amor hacia el prójimo no se obliga, el amor por un país no se exige, el amor por el mundo entero no se puede demandar ni a gritos ni a golpes. El verdadero amor nace de lo más profundo de nuestro ser y brota en acciones tangibles como cuando una madre alimenta con su pecho a su bebé hambriento.
No es cuestión de seguir esperando si no de preguntarnos a nosotros mismos cuanto amor hay en nuestro corazón para ponerlo en acción.
Venezuela nos implora por sus hijos como Yamile nos ruega con sus ojos que ayudemos al suyo.
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