Hay quienes tienen la expectativa que el gobierno pueda generar cambios en el sentido de producir un viraje en su política económica, también una relativa apertura en su accionar político. Si se trata de optar por la metodología de considerar todos los escenarios posibles para analizar la pretensión del gobierno de conservar el poder, pese a la gravísima situación que confronta, esa sería una opción a considerar,suponiendo que en la cúpula gobernante exista la convicción de con esa fórmula, pudieran lograr el objetivo que hoy por hoy constituye su razón de ser.
Pienso que ese es el escenario menos probable, considerando que para poder afrontar la magnitud de la crisis económica será inevitable acudir a los organismos multilaterales, disposición inconcebible para quienes tienen el control de la conducción política del régimen, siguen siendo militantes de esa izquierda dogmática y trasnochada cuya pensamiento decimonónico le impide adaptarse a la visión moderna y democrática.
Se trata de la misma izquierda que Teodoro Petkoff bautizó como “borbónica”, por aquello de que “ni olvida, ni aprende”.
Si pasamos revista ligeramente a los recientes cambios en el gabinete, confirmamos nuestra renuencia a asumir como viable un viraje significativo en las políticas que el gobierno viene adelantando, esos enroques rutinarios, que alguien asemejó al carrusel infantil que mientras gira los niños se trasladan de un caballito a otro, no generan la menor expectativa de variación en su política.
El colocar a Tarek El Aissami al frente del área económica es una muestra evidente de la inexistencia de una voluntad de apertura, el ex Vicepresidente proviene de un grupo ultraizquierdista de la Universidad de los Andes, no ha demostrado ni en su pensamiento, ni en su acción que ha evolucionado, por el contrario pareciera anclado en las vetusta predica como dirigente estudiantil.
El rol que ahora cumplirán los hermanos Rodríguez, herederos de la vieja Liga Socialista, donde también militó Maduro y el Ministro del trabajo recién designado Eduardo Piñate, al lado de Elias Jaua y Blanca Eekhout -junto a otros- de la antigua Bandera Roja, corroboran el predominio de la vieja izquierda en el grupo dominante. Aunque, en rigor sus adláteres, no se orientan por ninguna ideología, en ellos priva el oportunismo, la búsqueda de prebendas y las prácticas corruptas.
Nicolás ha venido progresivamente consolidándose en ese grupo, haciendo algunas concesiones a sus adversarios internos, pero disminuyéndoles su poder e influencia. La antigua promesa de reducir la burocracia quedo en el olvido, ya no se constituyen “estados mayores” para supuestamente atender los temas críticos, sino se crean ministerios; el ministerio para la energía eléctrica y el de ecosocialismo y agua, no son precisamente ejemplos de eficiencia para atender los problemas en sus respectivas áreas.
El carrusel y los enroques confirman el agotamiento del gobierno y su incapacidad para renovar las expectativas y la confianza en sus posibilidades de iniciar un proceso distinto al emprendido hasta ahora, no le resulta nada fácil abrirse más allá de sus círculos más próximos, de sus “anillos de confianza”, tienen el sol a sus espaldas, por eso para sostenerse apelan a los más fieles.
Con tal conformación el viraje imprescindible luce inviable, sino se produce el cambio político, la situación continuará agravándose inexorablemente, la crisis que confrontamos no es coyuntural, tiene características esencialmente estructurales, superarla plantea exigencias de una magnitud para la cual este gobierno está incapacitado e imposibilitado, su rigidez e inflexibilidad no se lo permite, los responsables de esta tragedia no son los llamados a superarla. El cambio político democrático y constitucional sigue siendo una necesidad impostergable.