Este soldado se retira, por Carlos Flores

Este soldado se retira, por Carlos Flores

 

 

Las casualidades no existen. No hay nada casual, excepto el sexo cuando lo ves como solo eso: carne, sudor y gemidos. Entonces no diré que llegué al periodismo –hace casi 25 años- por casualidad. Llegué porque tenía que hacerlo. Porque, como todo en esta fantasía que llamamos vida, una puerta se abrió y yo entré. Mentira, las puertas no se abren solas. Alguien las abre para ti o tú las revientas de una patada; en mi caso, ambas situaciones ocurrieron.





Hoy se ¿celebra? El Día del Periodista. Y como no tengo nada que celebrar, seleccioné este día para decretar –aunque sé que a muy pocos les importará este anuncio- mi retiro del periodismo y los medios de comunicación.

Nunca vi el periodismo como una carrera (no le terminé); o como un oficio, sino como la vida misma: un gran lente a través del cual percibes el mundo y sientes una necesidad casi adictiva por contarlo a tantas personas como puedas. Hay tantas verdades, historias, personajes… tantos cuentos pequeños que, al mismo tiempo, son imponentes… y toda esa información pasa por ti; por tus venas, por tu mente, por tu fibra, por tus ganas, deseos, intelecto y, sobre todo, pasión e intuición.

Jamás he ganado un premio. Jamás he recibido una placa o un cheque de las manos de un político. Nunca creí en eso. Para mí, el objetivo no era ser premiado por un alcalde hipócrita que básicamente te compra para que integres su larga lista de colaboradores. Mi único premio fue ver mi nombre publicado en una historia que se publicó tras haber entregado todo lo que pude (sangre incluida) y ofrecer a los lectores algo que no habrían obtenido de otra forma. Escribí sobre lo bueno, lo malo y lo más feo. Y en este momento puedo asegurar, con toda la responsabilidad que merece este artículo, que todo lo que publiqué; cada letra, cada párrafo, estuvo lleno de libertad. Cometí muchos errores y los pagué. Aprendí de ellos. Pero jamás conocí la censura por parte de mis editores, en la docena de medios para los cuales trabajé.

El periodismo no era el “periodismo”, sino lo que soy. Y me distancié de casi todos sus representantes, excepto de un grupete que consideré mi pandilla, mi otra familia. Los pocos seres humanos que llegué a respetar. Tuve el honor de compartir aventuras con dos gigantes –a su manera- José Andrés Mora y Alejandro Rebolledo. Fuimos compañeros de batallas. Hoy, no están muertos. Simplemente andan haciendo de las suyas en otro plano. Saludos, mis brothers.

Solo dedicaré un párrafo a lo que hice porque considero que luché con todo lo que pude por la verdad. Siempre critiqué los conceptos idiotas de objetividad y el automatismo de los reporteros que van como zombies a ruedas de prensa de políticos y no se atreven a preguntar por qué coño les están mintiendo en su cara. Jamás me callé nada y esto me trajo todo tipo de problemas y enemigos; juicios, peleas, amenazas… y todas fueron bienvenidas. Alguien dijo que fui el kamikaze de la revista Exceso… o casi el suicida. Y así fue. Fue el mejor trabajo de mi vida y el peor pagado. Pero lo viví todo o casi todo. Gracias, Armando Coll, fuiste mi maestro. Gracias Ben Fihman, por hacerme sentir que no era tan arrecho como tú… y luego te callé la boca.  Por cada medio que pasé (y pasé por todos), siempre conseguí el apoyo de alguien especial que me dio la oportunidad de ser creativo, de ir más allá de las “reglas” y romperlas como papelillo en una fiesta infantil. Gracias a la revista Estampas. Gracias revista Dominical. Gracias Papel Literario de El Nacional. Gracias a tantas personas que no sintieron temor por mi rebeldía sino la impulsaron y encausaron. Gracias a mis amigos de Newsweek en Español, Forbes Latina y The Huffington Post y los demás medios internacionales en los cuales firmé reportajes, entrevistas y artículos..

He estado sentado frente a los seres humanos más viles del planeta… y no me refiero a estos malandros narcos actuales. He visto los ojos de un colaborador Nazi que exterminó miles de judíos. Entonces sé que lo es estar en presencia de Darth Vader. Pero conocí, también, la bondad, el valor, el coraje de muchos héroes anónimos… algunos de los cuales ya no están entre nosotros.

Varias veces me prometí no retornar a una sala de redacción. Hoy, ya ni existen. Venezuela no es la que conocí. Le dejamos ser destruida. Todos somos culpables. Incluyo a los periodistas de renombre que se atreven a decir en grupos de WhatsApp cualquier cosa que jamás, por ser amigo de éste o aquel político, no tienen las bolas de decir públicamente…. A ese grupo: jódanse. Son unos miserables cobardes. Sigan recibiendo premios y aumentando sus seguidores en redes sociales. Sean felices con eso.

He sobrevivido a cosas muy locas: violencia, adicciones, aventuras insólitas… Pero la verdad, para mí, siempre fue sagrada. Pero, ¿qué diablos es la verdad? En mi caso,  es aquello que firmas, publicas y esa noche duermes tranquilo. Misión cumplida.

Seguí el camino de mis dos grandes héroes, Hunter Thompson y Tom Wolfe. Wolfe murió hace poco. Hunter, hace ya varios años. Siempre fui un lobo solitario. Jamás estuve en un gremio ni un club que me aceptase como miembro.

Venezuela falló como país porque nunca ha sido un país. En algún momento estuvimos en vías de serlo. Pero los medios (y todo lo corporativo) contribuyeron al alzamiento de este horror que nos hunde segundo a segundo, que es tan extremo y patético, que logró hacernos perder el sentido de la sorpresa. Ya todo lo terrible nos parece normal.

He conocido, entrevistado y visto a los ojos y todos y cada uno de los viles políticos de “oposición” en Venezuela. Todas son unas ratas mordiendo trozos rancios de queso. Excepto una mujer, por quien me quito el sombrero. Pero en líneas muy generales, la política es sucia y así debe verla el periodista: sin bajar la cabeza, sin permitir a los colaboracionistas salirse con la suya. Venezuela fue acabada por la interacción de un bando maléfico y otro que no se opuso, más allá de declaraciones imbéciles para ganar centimetraje que hoy, vale tanto como el bolívar soberano.

Me alejé del periodismo y los medios para colearme en otro mundo de creatividad que tiene más que ver con cine y TV. Nadie me quita lo bailao’. No tengo nada que demostrar como periodista y al que me rete, solo le diré: te reto, pon sobre una mesa lo que hiciste en dos décadas y yo haré lo mismo. Y fuck you!

En este día del Periodista, en medio de las típicas echaderas de palos, discursos sobre libertad de expresión, premios, risas y cenas auspiciadas por los políticos que nos traicionaron, dejo mis armas guardadas bajo la cama, hasta nuevo aviso.

Dedico estas líneas a mi primer profesor de periodismo y vida, Juvenal Marcano, quien debe estar con su cara de gruñón y corazón blando, en alguna parte del universo. Gracias, me enseñaste que el honor pesa más que todo el ego, los premios y las gratificaciones. Me enseñaste que ser auténtico es la única forma de vivir. Me enseñaste que a veces hay que mandar al carajo a todos los demás que no creen en ti.

Gracias al periodismo… Hoy finaliza una aventura épica e histórica y comienza otra… y otra… y otra…. Siempre ante el misterioso influjo de las teclas, el monitor y las páginas en blanco… ¡Siempre con el Rock n’ roll como soundtrack de vida!