Helsinki, orgullosa de su historia como anfitrión de encuentros entre Washington y Moscú, se prepara para acoger la cumbre entre los presidentes de EEUU y Rusia, Donald Trump y Vladímir Putin, entre protestas, medidas de seguridad y la incertidumbre ante los acuerdos que puedan alcanzar ambos líderes.
EFE
El alto voltaje del primer encuentro bilateral entre Trump y Putin está revolucionando la capital finlandesa: ha sacado del ralentí veraniego a sus círculos diplomáticos, policiales y logísticos y ha movilizado a miles de personas que quieren mostrar su rechazo a los dos dirigentes y a su concepción de la política.
El Gobierno finlandés, a la cabeza de los preparativos, saca pecho como anfitrión y asegura que el país bebe de su tradición como mediador entre las dos grandes potencias.
Finlandia mantiene desde hace décadas un estudiado equilibrio entre su pertenencia a Occidente y la relación que mantiene con su gigante vecino del este, una situación que le lleva, por ejemplo, estar en la Unión Europea y el euro, pero no en la OTAN.
“Finlandia ha defendido de forma coherente el diálogo en las relaciones internacional. La reunión de los presidentes en Finlandia es la continuación natural de esto y lleva el diálogo a su nivel más alto”, asegura el presidente del país anfitrión, Sauli Niinistö.
Helsinki ya ha sido escenario de encuentros al más alto nivel entre Washington y Moscú, como el que celebraron en 1990 los entonces presidentes de EEUU y la Unión Soviética, George Bush padre y Mijaíl Gorbachov, y el que tuvo lugar en 1997 entre Bill Clinton y Boris Yeltsin.
El nombre de la ciudad está asimismo ligado al acuerdo sellado en 1975 por 35 países, entre ellos EEUU y la Unión Soviética, que propició el nacimiento de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y sentó las bases para impedir que la Guerra Fría derivase en una abierta confrontación armada.
Putin no es ajeno a la capital finlandesa, que ha visitado en cinco ocasiones como presidente ruso entre 2001 y 2017, mientras que Trump sólo ha estado en una ocasión, en abril de 1992, en un viaje de negocios en el que exploró la posibilidad de montar barcos casino en la costa.
El encuentro ha despertado emociones encontradas entre los finlandeses, que con motivo de la cumbre han organizado 10 protestas de muy distinto signo, desde la convocada por Amnistía Internacional a la auspiciada por el ultraconservador y nacionalista Partido Finés, según la Policía de Helsinki.
La mayor es la manifestación convocada, bajo el lema “La llamada de Helsinki”, por una alianza de colectivos que espera reunir mañana a unas 10.000 personas “en defensa de los derechos humanos, la democracia, la paz y la acción climática”, explican los organizadores en Facebook.
La mayoría de los finlandeses tienen una opinión negativa de los presidentes de EEUU y Rusia, según un reciente sondeo publicado por el semanario finés “Seura”, que cifra el rechazo a Trump en el 83 % y el de Putin, en el 76 %.
Otros han aprovechado la cita para hacerse publicidad, como la marca de cerveza artesana “Piedra, papel, tijera” que ha lanzado una versión conmemorativa de sus etiquetas en la que aparecen las caricaturas de Trump y Putin jugando al pasatiempo infantil homónimo bajo el lema: “Resolvamos esto como adultos”.
La ciudad ultima el dispositivo para la cumbre, que incluye unos 2.000 agentes de policía para controlar los alrededores del Palacio presidencial, sede de la cita, y las instalaciones para los cerca de 1.500 periodistas de 61 países acreditados.
La Policía, que va a cerrar entre otros lugares la icónica plaza del Mercado de Helsinki, ha anunciado que habrá “significativos” impedimentos para el tráfico rodado en el centro de la capital y que incluso se cancelarán varias rutas de ferry.
El país ha reintroducido además controles fronterizos desde ayer y hasta el martes, suspendiendo temporalmente la zona Schengen por motivos de seguridad, medida a la que sólo había recurrido dos veces desde su entrada en 2001 en el área europea de libre circulación.