Se escucha el mismo clamor desde Nicaragua. Tiene el mismo eco atronador, las posturas perturbadas de buscar una salida y las frases precisas de no hallar respuesta justa en el ámbito internacional.
No sorprende estos reflejos de angustia ni que se libre a dentelladas el acomodo de la democracia. Recobraron el fervor por una patria verdadera y los jóvenes salieron a demostrar que el pueblo no es una masa sin cavilaciones.
Sin embargo, pareciera leerse titulares idénticos en las páginas destacadas de los periódicos del mundo, que se escribían hace poco más de un año sobre Venezuela. Tienden a parecerse las declaraciones desgastadas de los representantes impasibles de los organismos del mundo. La inacción de los países se repite con el atontamiento de no saber qué hacer, sólo opinar.
Lo destacado son los postulados imperturbables, blandidos en la calles por los nicaragüense. Son las mismas ganas de cambiar la historia y la claridad de no echar sus resuellos de libertad al canasto de basura. Pero también está esa cansada declaración de guerra de “no somos como Venezuela”, como lo vociferamos también a todo pulmón y con una rara clarividencia, que a lo poco se desinfló: “no somos como Cuba”.
El punto clave es resolver estos dos entuertos continentales y detener esa risotada a mandíbula batiente de sus gobernantes. Sabemos que ese esquema casi perfecto y estremecedor proviene desde la isla de las confabulaciones en el hemisferio. Pero parece que el molde está preparado para estos conatos de derrumbe y la forma de salir bien librado, llenando apenas de polvo la casaca dictatorial.
Llama la atención que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) manifieste el estar trabajando para que Nicaragua no se transforme en una nueva Venezuela. Lo abrumador del señalamiento es no entender por qué no trabajaron de la misma manera para que nuestro país no se convirtiera en una nueva Cuba. Si lo hicieron, qué les asegura un mejor resultado para esta ocasión.
No observo un plan afortunado para torcerle el rumbo a los acontecimientos. Reconocen las similitudes de las protestas de los dos países, sólo destacando que el componente militar no está tan resguardado y anclado a las faldas inefables del poder.
No existe tal vez, la misma falta de sentido común y de conciencia para reprimir a los ciudadanos. Lo único que falta en ese análisis a las volanderas de la Cidh fue especificar con tono duro, que nuestro país está allanado por más de 30 mil efectivos cubanos, sin contar los iraníes, bolivianos y también nicaragüense regodeándose en las huestes verde oliva.
El gobierno de Ortega también cuenta con sus paramilitares leales, como los tiene el régimen dirigido desde Caracas pero, si desde Cuba no envían sus refuerzos camuflados de militares nacionales, podría generarse un resultado distinto al venezolano, cuya oposición ayudó muy poco para conseguir el efecto político esperado.
Quizá el espejo no esté tan bruñido y la imagen nicaragüense no sea un acto reflejo del resultado venezolano. Son más de tres meses de protestas en Nicaragua y no sería tan demoledor que esta vez nos dieran el ejemplo, a pesar de contar con sensaciones inciertas y una insensibilidad pétrea similar en sus gobernantes.
No deseo ver a ese pequeño territorio centroamericano boqueando por un mendrugo de pan, fallecer por falta de medicamento y sin luz para encender el camino por un mejor destino. Posiblemente este año logremos la ecuación para descifrar este complejo dilema de la paz. Ojalá y los dos países logren ser similares en deseslabonar las cadenas autoritarias, para poder recobrar los buenos oficios de la democracia.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571