Seis exmiebros de la secta Aum, responsable del atentado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, fueron ejecutados la mañana de este jueves, sumándose a otros siete ahorcados a principios de mes, según medios japoneses.
AFP
El ministerio de Justicia, contactado por la AFP, no confirmó la información por el momento, pero hay una conferencia de prensa de la ministra del ramo, Yoko Kamikawa, prevista más adelante en la jornada, según la cadena pública NHK.
Con las ejecuciones de este jueves, habrían sido ejecutados los 13 exmiembros de la secta Aum Verdad Suprema condenados a la pena capital hace varios años, entre ellos el gurú Shoko Asahara (cuyo nombre verdadero era Chizuo Matsumoto), ahorcado a principios de mes.
Otros 190 miembros de la secta recibieron diferentes condenas.
El 20 de marzo de 1995, varios miembros de la organización oculta Aum Verdad Suprema, creada por Shoko Asahara, esparcieron gas sarín en varias líneas de metro que confluían en el corazón administrativo de la capital.
Nadie comprendió en un principio lo que ocurría esa mañana, en plena hora punta, cuando numerosos pasajeros salían de varias bocas de metro con síntomas de sofocación.
En diciembre de 1999, la secta Aum, que llegó a tener 10.000 fieles, reconoció de forma oficial por primera vez su responsabilidad en el atentado contra el metro de Tokio.
La primera pena capital por el atentado de 1995 se pronunció en septiembre de 1999.
La sentencia de Shoko Asahara fue confirmada en 2006, pero no se ejecutó hasta el pasado 6 de julio.
En el atentado murieron 13 personas y otras 6.500 resultaron intoxicadas. Aum es considerada responsable en total de la muerte de 29 personas y de 6.500 heridos.
Hace tres semanas, cuando se llevó a cabo la anterior serie de ejecuciones de fieles de esta secta, la ministra de Justicia dijo haber tomado “tras una prudente reflexión, la decisión de firmar la orden de ejecución” de ese siete condenados, al considerar que “unos actos de tal gravedad, sin precedentes en Japón, no deben repetirse jamás”.
“Ejecuciones inevitables”
“Han hecho falta 23 años desde el atentado para que se ejecutara la pena, desgraciadamente, los padres de mi marido, que murió en el atentado, fallecieron antes”, lamentó entonces ante la prensa Shizue Takahashi, esposa de un empleado de una estación de metro y presidenta de una asociación de víctimas.
La ley japonesa precisa que los condenados a la pena capital deben ser ejecutados en los seis meses posteriores a la confirmación de su sentencia, pero en la práctica suelen pasar años en la antecámara de la muerte.
Otras personas, como el abogado Masaki Kito, consideran que la ejecución del gurú y de sus discípulos no pone fin a un atentado en el que sigue habiendo varios interrogantes. “Es lamentable que hayan sido ejecutados sin que hubieran hablado más”.
También hay quien teme que el ahorcamiento de Asahara lo convierta en un mártir. “Existe el temor de que sea venerado como un dios, creo que debemos seguir estando atentos”, advirtió Minoru Kariya, hijo de Kiyoshi Kariya, raptado y abatido por la secta Aum en 1995.
“Los ataques perpetrados por Aum eran injustificables y los responsables merecían ser castigados. Sin embargo, la pena de muerte nunca es la solución”, apuntó por su parte Hiroka Shoji, investigador sobre Asia del Este en Amnistía Internacional.
La organización siempre ha lamentado que Japón siga practicando la pena de muerte “diciendo que las ejecuciones son inevitables porque el público lo exige”. Los sondeos muestran efectivamente que el público apoya este tipo de sentencias.