En los países que existen sistemas de partidos, es común observar el divisionismo. Este fenómeno amenaza la estabilidad de los regímenes democráticos porque la atomización de los partidos dificulta y pervierte la toma de decisiones; disminuye la efectividad del sistema; confunde y desmotiva al electorado. Veamos cómo surge este fenómeno y cómo se cura.
Las democracias emergen, generalmente, bajo el impulso de uno o dos partidos predominantes. En la medida que uno de ellos gobierne y no satisfaga las expectativas de los votantes, surge el voto castigo o cambio de partido de gobierno. Si esta sucesión de enroques no logra satisfacer a la población, surge la abstención. Cuando estos signos tampoco son atendidos, algunos líderes proceden a dividir sus partidos. Pero, si no cambian la forma de hacer política, el abstencionismo, el divisionismo y la incredulidad siguen creciendo y, por fin, surge el fenómeno más peligroso: el líder carismático, moviendo emociones y encumbrándose sobre pueblos ignorantes que claman “se necesita un líder” sin caer en cuenta de que no están dispuestos a asumir la parte de responsabilidad que les corresponde. El problema se agrava si el líder carismático desaparece, su reemplazo es muy difícil porque él mismo contribuyó a destruir las instituciones.
Las causas de este fenómeno son múltiples, pero hay dos muy importantes. Los políticos tienen como motivación central llegar a cargos de poder. Esto parece lógico pero es una perversión del concepto original de la política: construir la polis o ciudad. Necesitan regresar a la política como acompañamiento a la población. El segundo factor es creerse líderes y que el líder tiene que trazar la ruta. En una sociedad democrática pluralista ésta es una receta para el fracaso. Su papel debe ser como facilitadores de acuerdos negociados entre sectores con intereses diferentes.
Hasta que no cambien estos modelos mentales las democracias pluralistas seguirán deteriorándose y, con ellas, las libertades de todos los sectores porque seguiremos cayendo en manos de un “líder”, de un golpe, de una invasión o de un mito (como no votar).
@joseagilyepes