Dialogar de transición es cada día más propuesta ciudadana como paso siguiente a la constante anunciada e inevitable salida del castro-madurismo. La inmensa mayoría -más del 85%- lo rechaza y coincide en que sus falsedades, inventos propagandísticos sin verdadera base de sustentación y persistencia en los errores e incapacidades, llevan al actual régimen a un horizonte desastroso a breve plazo.
Como atreverse a pronosticar, ¿cuándo y cómo el desvencijado putrefacto régimen terminará de desplomarse? Sin embargo, a diario son reiterados sus anuncios y posibilidades. Lo que muy pocos osan divulgar es ¿qué pasará después? ¿quiénes se echarán encima el peso enorme de rescatar a un país destruido y a punto de esfumarse?
“Transición” es la palabra mágica, el deseo y aspiración de un pueblo angustiado, disgustado, carente de lo básico, pero ¿cómo y con quién? Lo que sí está claro es que los bandidos corruptos están en todas partes, los dos extremos están llenos de sinvergüenzas y cleptómanos cómplices, como se ha podido conocer de las últimas investigaciones en los Estados Unidos y otras partes del mundo, que tiene de cabeza y escondidos a los desfachatados. Pero como explicar ¿quiénes serán los encargados de esa transición?
¿Hay algún partido que pueda asegurar que no tiene encubridores, ladrones y mentirosos en sus militancias y dirigencias? ¿Todos los que se han ido del país y se autocalifican de exiliados tienen almas blancas? -nos referimos a la ética y moral, no al partido aquél.
Es ahí donde surge la gran duda. Pocos oficialistas, han tenido el denuedo de advertir a sus camaradas que ya llevan demasiado tiempo mandando como para seguir culpando a la cuarta república del naufragio que en veinte años ha generado la quinta que, como todo comunista, es buen hablador de pendejadas, pero ineficiente y embustero.
¿Quiénes pueden levantar su conciencia como ejemplo para garantizar que la transición no será un simple relevo de mandatarios en vez de un cambio fundamental, radical y de ruptura con la torpeza y corrupción que han arruinado a Venezuela en tiempo récord?
Si como recalcan esos comunicadores, analistas, investigadores e incluso políticos la transición es necesaria, pero los podridos están en los mismos grupos que deberían aliarse para convertir la transición de concepto en proceso en acción, ¿quiénes serán los accionantes de esa transición? ¿Los mismos compinches que frontal o dialogantes han creado, desarrollado y permitido la catástrofe? O, por el contrario, ¿los que han enfrentado al régimen de verdad, con valentía, coherencia, juiciosos, sin amagues timoratos ni convivencia?
Y una cuestión esencial que hasta ahora, sepamos, no tiene respuesta, no se contesta o no se conoce: ¿quiénes van a seleccionar a los posibles nombrados para hacer la transición? Hay honestos y deshonestos, corruptos e incorruptibles en ambos extremos políticos del país, incluso se reúnen y sesionan en el mismo edificio, separados por una pared, pero por lo visto aliados en el mismo propósito: aprovechar las ventajas del poder.
Por eso el tema revive aquella famosa afirmación de Petkoff y Pompeyo, sólo que cambiando los nombres: si lo que la oposición dice del Gobierno es cierto, y si lo que el Gobierno dice de la oposición es cierto, ninguno de ellos merece gobernar; no podrán hacer una transición decente del país lacerado a la nación que todos queremos y merecemos.
O como exclamara Jesús en alguna oportunidad: “el que esté libre de pecado que lance la primera piedra”. De los dos extremos dialogantes, ¿quién está libre de corrupciones, complicidades, y falsas promesas de micrófono?
Después de todo, transición es un estado intermedio entre uno más antiguo y otro a que se llega en un cambio, pero lo que ambiciona el ciudadano no es una simple transformación sino una ruptura. Y eso no lo pueden hacer quienes representan el estado a cambiar, porque ellos forman parte de esa situación en todos sus aspectos y no pueden modificar lo que son. Transición no es seguir vestidos con un traje diferente. Es poner la república en manos, honorables y decorosas. No es convertir el pasado desquiciante en un presente conveniente, no es cambiar para que todo siga igual.
No se debe ni se puede hacer una transición con los mismos a los cuales la moral, ética y desesperación de la inmensa mayoría rechaza porque los conoce y sabe que son embusteros, fracasados e incompetentes. Los partidos políticos, sus dirigentes y militantes no existen para disfrutar el poder sino para hacer del poder un abanico de acciones para forjar y realizar el bienestar social, económico, cultural, resaltar principios y buenas costumbres ciudadanas.
La pregunta que se están haciendo los venezolanos es justamente ésa, ¿transición con quiénes? Hay que romper de raíz con lo que fue, para crear una nueva realidad.
@ArmandoMartini