El uso de drones civiles para sobrevolar lugares sensibles o realizar ataques encendió esta semana las alarmas, luego de que el presidente venezolano Nicolás Maduro denunciara un “intento de asesinato” con estos aparatos, y que en Francia descubrieran otro sobrevolando la casa de verano del presidente Emmanuel Macron.
El domingo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, denunció un intento de “atentado” con ayuda de drones, durante un desfile militar, en el que resultaron heridos siete soldados, según las autoridades. El “ataque”, reivindicado por el autodefinido Movimiento Nacional Soldados de Franelas, fue cometido con la ayuda de dos drones cargados con un kilogramo de C4, un potente explosivo militar, según Caracas.
El lunes, igualmente un dron fue localizado cerca del fuerte de Brégançon, en el sureste de Francia, donde veranean el presidente Emmanuel Macron y su esposa. El aparato cayó al agua después de haber sido neutralizado por interferencia de ondas y no causó heridos.
Estos dos episodios se suman a la lista de incidentes en los que se usaron drones civiles de manera malintencionada, indica Todd Humprheys, profesor en la universidad de Texas y especialista en cuestiones de seguridad.
En 2013, un dron se posaba cerca de la canciller alemana, Angela Merkel, durante un discurso y en 2015 el perímetro de la Casa Blanca fue acordonado después de que se avistara un dron volando por los alrededores.
“Aquí hay una nueva tendencia. A partir de ahora, los jefes de Estado deberán ser muy prudentes durante sus discursos en el exterior o durante mítines”, explica Humphreys a la AFP.
Igualmente, el grupo yihadista Estado Islámico (EI) hizo uso de estos aparatos en Irak, principalmente durante la batalla para reconquistar Mosul. Los artificieros del movimiento islamista utilizaban los drones para grabar al ejército iraquí o lanzar explosivos sobre los soldados.
En enero, Rusia afirmó que diez “drones cargados de explosivos” habían atacado su base aérea en Hmeimim, en el noroeste de Siria, y otros tres su flota en Tartus (oeste), sin causar daños ni víctimas.
“Los drones se convirtieron en el arma del pobre”, opina Todd Humphreys. “Y creo que van a ser el arma favorita de todos los que se sienten inferiores en otras áreas militares”.
– Interferencia de ondas y águilas –
Las fuerzas de seguridad francesas aseguran que cuentan con “una estrategia de vigilancia, de investigación y de evaluación del material”, indicó a la AFP el coronel Jean-François Morel, encargado de misión de la Gendarmería, según quien 400.000 drones civiles se vendieron el año pasado.
Los vuelos de drones civiles están “muy regulados” (registro del dron, formación del piloto, zonas prohibidas…), explica Anne-Marie Haute, delegada general de la Federación Profesional del Dron Civil.
Después, la Gendarmería “toma decisiones para proteger lugares sensibles, operaciones sensibles o grandes eventos”, indica el coronel Morel. “Contamos con herramientas, técnicas de interferencia, de detección”, añade.
Pero, según Todd Humphreys, la interferencia tiene una eficacia limitada. Las personas malintencionadas “pueden modificar el dron para hacer que ignore las órdenes del piloto y las señales GPS en la última fase de un ataque”, precisa.
Además, contar con francotiradores de élite también puede ser ineficaz. “Es muy difícil derribar un dron que vuela a 100 km/h […]”, asegura.
Más sorprendente: el ejército del Aire francés instauró un programa de adiestramiento de águilas, destinadas a interceptar drones. Esta experiencia se basa en un programa similar de la policía holandesa que, sin embargo, “despidió” a sus aves en diciembre, por desobedientes. AFP