Se cierran las fronteras para los venezolanos, porque colapsaron los servicios de los países receptores, llegan sin documentos, porque el régimen les niega el pasaporte. Los presidentes democráticos no entienden la criminal conducta de convertirnos en apátridas. Se reunirá la OEA de emergencia para analizar una situación inédita que no tiene precedentes. Tal como va la crisis, la situación de la migración se ha salido del cauce, de las manos. Los forajidos en el mando quieren convertir el drama venezolano en drama colombiano, causando estropicios en el país vecino. Es un vil atropello que clama al cielo, ver a cientos de miles de ciudadanos salir a pie, caminando hasta en temperaturas bajo cero y en chancletas.
Lo que ocurre es cruel; una criminal organización se hace del poder con el objetivo de la sumisión y con el propósito de destruir la libertad, léase también el progreso y la superación, obedeciendo a una lógica diabólica casada con el mal.
Pero no hay vuelta atrás, la mayoría del país repudia a unas mafias que hacen plata con el hambre de los venezolanos. La degradación moral y colapso del sistema totalitario se evidencia por la falta de gazas, vacunas y medicinas en los hospitales.
Es irreversible la salida de las mafias que han penetrado la sociedad. Para ello debemos articularnos las fuerzas democráticas con espíritu de lucha, solidaridad y mucha organización, y debemos llamar las cosas por su nombre, defender a todo trance la verdad, engranarnos, sincronizarnos mediante la voluntad de lucha y el amor a nuestro país. Así lograremos el punto de emerger por encima de este desastre provocado y alcanzar el punto de quiebre de la ignominia dominante. La solución es definitivamente política. Se les acabó el tiempo.
¡Libertad para los presos políticos y regreso de los exiliados!