El Sistema Eléctrico Venezolano se planificó y construyó con el objetivo de que el país contara con un servicio eléctrico confiable, que sirviera de soporte al desarrollo de la industria nacional y a la calidad de vida de la población, publica Correo del Caroní.
Para lograr ese objetivo se desarrolló parte de la considerable capacidad hidroeléctrica del sur de Venezuela, construyendo grandes centrales hidroeléctricas que aprovechaban el caudal y la caída del río Caroní, así como importantes plantas que generaban electricidad a partir de los derivados del petróleo aportados por la industria petrolera.
La mezcla de los dos tipos de energía fue pensada estratégicamente, por ello, en la temporada de lluvias se generaba más hidroelectricidad y se hacía mantenimiento a las plantas térmicas, las cuales entraban en pleno funcionamiento en la época de sequía.
Antes de la construcción del embalse de Guri, no era posible regular el caudal del río Caroní que desemboca en el río Orinoco a la altura de Puerto Ordaz. Hasta ese entonces el caudal conjunto de ambos ríos, aguas abajo de donde se unen, variaba según la época del año, siendo mayor, como es de esperarse, durante la época de lluvias.
Una vez se culminó el embalse de Guri y su central hidroeléctrica, el caudal del Caroní quedó determinado por la cantidad de agua que se turbina en las unidades de dicha central más la cantidad de agua que se descarga por los aliviaderos del embalse. Cabe destacar que el caudal que se turbina en Guri también es aprovechado en las centrales hidroeléctricas de Caruachi y Macagua, construidas aguas abajo de Guri. Sin embargo, la cantidad de agua que se alivia en Guri, se debe aliviar en las represas mencionadas, porque sus embalses tienen poca capacidad de regulación al ser centrales que por sus características, se denominan filo de agua.
Considerando la capacidad de almacenamiento y de regulación el embalse de Guri se operó, hasta el 2001, produciendo la mayor cantidad de electricidad, es decir, maximizando el turbinado y botando la menor cantidad de agua es decir, minimizando el alivio, evitando así que durante las épocas de sequía la operación de su central se pudiera poner en riesgo por el descenso del agua y que su llenado se hiciera evitando alcanzar cotas elevadas al inicio de la época de lluvias, para así no tener que realizar alivios considerables ante probables crecidas que pudieran presentarse en la época de lluvias.
A partir de 2001, el embalse de Guri, por decisión gubernamental, comenzó a operarse explotando su producción por encima de lo recomendado porque las plantas del parque térmico producían cada vez menos electricidad. Esta decisión trajo como consecuencia que el nivel del embalse incursionara en cotas de riesgo en la época seca del 2003. Ese patrón de explotación no se modificó y se mantuvo hasta el 2009, gracias a que durante esos años las épocas de lluvia fueron favorables y permitieron la recuperación del embalse.
Desde el 2009, el gobierno comenzó a indicarle a la sociedad venezolana que los racionamientos y cortes del servicio que aplicaba, principalmente en el interior del país, eran consecuencia de las bajas cotas del nivel del embalse, debido a la sequía, a sabiendas que esas cotas bajas eran producto de la sobre explotación del embalse porque cada vez había menos energía producida en las plantas térmicas (Tacoa, Planta Centro, Termozulia y muchas otras más).
El mismo patrón de 2017
La excusa de la sequía fue utilizada hasta 2016, cuando los racionamientos escalaron a periodos de hasta 20 horas al día, a nivel nacional. Sin embargo, en 2017, las condiciones socioeconómicas del país sufrieron un deterioro sin precedentes, haciendo que el consumo de electricidad nacional se desplomara drásticamente y a esa condición de bajo consumo se sumó una hidrología altamente favorable, razón por la cual el nivel del embalse se mantuvo en cotas elevadas.
Ante esa condición de cotas elevadas y de poca demanda de energía, Corpoelec en lugar de ajustarse a un protocolo de llenado del embalse conservador, mantuvo cerradas las compuertas de alivio del embalse durante el mes de junio hasta casi alcanzar la cota máxima con antecedencia a los meses de julio y agosto, que son los de mayor aporte promedio al embalse.
Alcanzar la cota máxima en Guri, al inicio de la época de lluvias de 2017, sirvió para un acto político en el cual se abrieron las compuertas de alivio del embalse, pero lo dejó sin margen de almacenamiento, justamente los meses en que también ocurren los mayores caudales del Orinoco. Esa acción, fuera de lo que indicaba el manejo responsable del embalse, obligó a que después se tuvieran que aliviar (botar) en Guri montos superiores a los 10.000 mts3/seg, que junto a los 4.000 mts3/seg que se turbinaban en la central, representaron más de 14.000 m3/seg que se sumaron a los máximos caudales del Orinoco y potenciaron las inundaciones registradas en Puerto Ordaz y en los estados que son atravesados por el Orinoco hasta su desembocadura.
En 2018, la demanda nacional siguió su estrepitosa caída, a tal punto que el caudal turbinado promedio en Guri ha sido inferior al que se debería tener para un año extremo seco y lamentablemente Corpoelec repite el patrón de manejo del embalse que aplicó en 2017 y una vez más, las enormes descargas del Caroní incrementan el caudal del Orinoco en el momento que ambos ríos registran caudales máximos, agravando así la situación de inundaciones que pudieran causar dichas crecidas en esta época.
El despilfarro de agua en el Guri confirma que la sequía ni la baja cota del embalse fuero la causa de los interminables y recurrentes cortes del suministro eléctrico en el país, pues estos no solo continúan, sino que se profundizan a pesar de la baja demanda, también evidencian que Corpoelec opera dicho embalse sin medir las consecuencias negativas que un manejo no profesional del embalse puede ocasionar en poblaciones y lugares aledaños a las márgenes del Orinoco, principalmente aguas abajo del punto de confluencia con el Caroní. (Prensa Grupo Ricardo Zuluoga)