Noble animal, por Luis Velázquez Alvaray

Noble animal, por Luis Velázquez Alvaray

Un jumento del páramo Merideño ha sido ofendido al compararlo con un falsario de baja prosapia y engañosa mole, degustador insaciable de perversidades, que confiesa atragantado que “eso es una sola vez en la vida”, ante la mirada atónita de un bistec, sorprendido de semejante ordinariez.

Injusticia con los tranquilos y magnánimos asnos. Han servido de inspiración durante siglos a escritores de alta prosa. “Platero”, a decir de Juan Ramón Jiménez, “era tan suave, que parecía todo algodón “. Recuerdo las lecciones de la Profesora de castellano y literatura, Rosa Terán Pérez, que enseñaba con especial maestría los cauces literarios de tan extraordinaria obra.





Picasso lo quiso en sus lienzos y en el tránsito de los siglos han protagonizado hermosos episodios. Ayudan en las labores del campo por ajetreadas que estas sean.

Como comparar su dócil labor de transporte intrincado en parajes difíciles, edificando bajo la insignia del trabajo, con un personaje que sólo persigue la destrucción sin miramientos, aliado a la crueldad, comiéndose lo que no es de él y que se lo ha apropiado- sin sentir un ápice de dolor- a niños, ancianos, a los sufridos de un país que ha caído en manos burlescas, de seres sin escrúpulos para mentir, que causan dolor y lo festejan con altisonantes rituales a la carne, a la que millones no pueden acceder, porque el festín es para otros, llámense turcos, cubanos o chuletas de cualquier rincón, aprovechadores del espectáculo dantesco.

Cuchillo en mano, este carnicero adorador de lo rojo, exprime la sangre Venezolana. Matarife de la infamia, que asesina el pensamiento, a jóvenes promesas, que odia el estudio, al que siempre huyó y ahora encarcela.

En “El Quijote” es mencionado como “el rucio” y en los pasajes bíblicos es encomienda para la paz y el trabajo. Resulta injusta la comparación con este símbolo de la maldad, de lo falso como estandarte de actuación, de violencia rutinaria, mediocre, personaje de novela rampante, frontispicio infernal, de escasos valores familiares y mala educación. Paria que impulsa un país a la nada, a la destrucción y la miseria.

Demostraba la Profesora de castellano y literatura, que “el asno de oro” es un libro mágico, que narra las tradiciones primitivas con singular belleza. Es universal el reconocimiento a la hidalguía de este animal.

La distancia es grande entre la afabilidad del asno de los páramos Venezolanos y este accidente histórico, de cerebro tipo entrecuesto, al que devora sin atajos.