“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.”
Albert Camus
Habitamos en unos 996.445, Kilómetros cuadrados de las tierras más bendecidas por Dios que hay en el Orbe. Un territorio con un clima amigable, donde podemos conseguir todas las condiciones climáticas que nos podamos imaginar; selvas, llanos, picos helados, desiertos, playas que dejan sin aliento al turista más aventajado. Pisamos sobre la reserva de petróleo más grande del mundo, tenemos hierro, bauxita, coltan, oro, diamantes y vaya usted a saber cuántas riquezas materiales, además de las mujeres más hermosas del mundo y con una gente noble, dicharachera, campechana, alegre, generosa y hospitalaria. Vivimos en Venezuela.
Quiero seguir pensando que esto último, lo de la gente sigue siendo así. Qué a pesar de la profunda crisis que vivimos, los venezolanos seguimos siendo esos tipos queridos por todos, alegres, buenos amigos, solidarios en la desgracia ajena, trabajadores y echados pa’lante como hasta no hace mucho éramos reconocidos en el mundo entero y que esta profunda inversión de valores en la que está sumida una parte de los ciudadanos del país sea solo un accidente pasajero causado por las terribles circunstancias que nos ha tocado vivir.
Estamos pasando por momentos en los que, a mi humilde forma de ver las cosas, el problema político pasó a un segundo plano y la crisis sociocultural es el verdadero enemigo a vencer.
En un país gobernado desde hace 20 años por un grupo que solo se ha dedicado a aplicar los métodos más perversos por caotizar la dinámica social y concentrar la mayor cantidad de poder posible y eternizarse en el, con el único fin de mantener unos grandisimos privilegios en manos de muy pocos, es entendible que el tejido social se desbarate, que los ciudadanos en la legítima necesidad de la supervivencia, transgredan la cívica y hagan a un lado algunos preceptos morales y ciertos dilemas éticos, porque primero, mis queridos amigos, está el instinto de conservación propio y de la familia.
Las intenciones están claras, minar la excelencia, la preparación, la formacion y privilegiar el amiguismo, la falta de preparación, y la ignorancia, arruinar el intelecto; la otra, producir carencias, necesidad y reducir al mínimo los caminos para resolver, crear esa falsa imagen de que “el estado es el único salvador”. Vaciar estómagos y empobrecer almas.
Los Venezolanos, en una grandísima mayoría sabemos y estamos conscientes de que lo que estamos viviendo, es gracias a la ineficiencia y la indolencia de quienes nos gobiernan y nos obligan gradualmente a depender de sus migajas para ellos ejercer el placentero modo del buen vivir.
Tenemos un trabajo titánico por delante. Recobrar la conciencia ciudadana. Mientras no recuperemos el sentido común y entendamos que nuestra supervivencia no depende de joder al vecino, sino de colaborar con el para beneficio mutuo, seguiremos atados a la voluntad de un grupito que ha empobrecido no solo económicamente, sino moral, emocional y espiritualmente a más de 30 millones de venezolanos.
El país necesita una profunda transformación, en lo político pero también en lo social, hay que transformar al individuo para convertirlo de nuevo en ciudadano, sobre todo para evitar que sigan llegando al poder quienes no tengan conciencia cívica y verdadero amor por la nación. De lo contrario seguiremos viviendo en un país de estómagos vacíos y almas empobrecidas.
José Manuel Rodríguez
Analista / Consultor Político
josemrbconsultor@gmail.com
@ingjosemanuel