No siempre fue una corporación gigantesca. Hubo un tiempo en que la FIFA fue un organismo muy pequeño, con menos de una decena de empleados trabajando a tiempo completo. Pese a que el fútbol ya había recorrido un largo camino, con más de un siglo de existencia y con 70 años de regulaciones oficiales, aún no era el negocio que es actualmente. Eran tiempos en los que el dinero perdía por goleada con el hambre de gloria y el amor por el juego. Los futbolistas estaban lejos de ser millonarios y la razón de ser de los clubes era meramente social, cultural y deportiva. De la presidencia de Robert Guérin a la de Sir Stanley Rous –pasando incluso por Jules Rimet, creador de la Copa Mundial y el titular del fútbol mundial durante más de tres décadas– nadie había osado con romper el romanticismo de esta disciplina y exprimirla comercialmente. Pero el control cayó en manos de hombre de negocios.
Por Infobae
El brasileño João Havelange, hijo de un inmigrante belga que comerciaba armas en Río de Janeiro, quien había estudiado derecho y había sido atleta olímpico en deportes acuáticos, llegó al poder pregonando la inclusión y el desarrollo. Prometió a sus votantes una FIFA más “inclusiva”. Aunque nunca habló de cómo lo lograría.
Havelange toma el trono y el fútbol se hace negocio
Havelange fue elegido presidente de la FIFA en las elecciones que se llevaron a cabo en el 39° Congreso, como antesala del Mundial de Alemania 1974. Como explica Ken Besinger en su libro ‘Tarjeta Roja’ (Planeta), su plan consistió en presentar una plataforma de expansión y con beneficios para los países en desarrollo, que habían apoyado su candidatura. Pero para ampliar el cupo de participantes de la Copa del Mundo y crear los Mundiales juveniles se necesitaba mucho dinero. Su cometido no podría haberse logrado sin ayuda de Horst Dassler, hijo del creador de Adidas, quien se acercó a Havelange esa misma jornada en Frankfurt y le propuso un modelo de negocio revolucionario ideado por él y el joven publicista británico llamado Patrick Nally, quienes proponían atraer a grandes marcas corporativas que inviertan millones de dólares a cambio de un acuerdo de patrocinio que duraría años e incluiría la Copa del Mundo y todos los demás eventos de la FIFA.
“Dassler y Nally se avocaron a este tipo de negocio que se llamaría empresa de mercadotecnia deportiva, la cual compraría los derechos comerciales de los eventos de la FIFA al por mayor y luego los revendería por partes a los patrocinadores, con un amplio margen de ganancia integrado. El modelo que inventaron pronto se hizo omnipresente en los deportes, pero a mediados de la década de 1970 resultaba revolucionario, casi una locura, y a este par de hombres les tomó más de 18 meses de ventas agresivas convencer a Coca-Cola de comprometer al menos USD 8 millones para convertirse en el primer patrocinador mundial exclusivo en la historia de los deportes”, relata Ken Besinger.
La inversión de la gigantesca empresa de bebidas y otras firmas le permitió a Havelange cumplir sus promesas. Con el tiempo duplicaría las plazas de participantes en la Copa Mundial, con más lugares para África, Asia y Oceanía, además de organizar las primeras ediciones de la Copa Mundial Femenina (1991) y los Mundiales Sub-20 (1977), Sub-17 (1985) y de Futsal (1989).
El sistema funcionaba a la perfección y João Havelange era reelegido sistemáticamente. La FIFA ingresaba unas cantidades de dinero monstruosas y el mandatario brasileño entregaba a todas las asociaciones miembros unos “préstamos blandos y poco supervisados”, según explica Besinger. “Dicho en pocas palabras, era cambiar efectivo por votos”, clarifica el autor de ‘Tarjeta Roja’.
Todo era digitado por una firma llamada International Sport and Leisure (ISL), fundada por Dassler a principios de los ’80, luego de romper su vínculo con Nally. Al modelo de negocio se le agregó luego los derechos de televisión, que empezaban a ser un activo muy valioso por el avance de las tecnologías de transmisión. Pese a que Horst Dassler murió de cáncer en 1987, su empresa continuó unida a la FIFA y se expandió al asociarse con el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).
La quiebra de ISL destapó un escándalo
Ya sin Havelange en el trono, con Joseph Blatter al poder, la FIFA empezó a mostrar la hilacha. El suizo había empezado a trabajar en el organismo que regula el fútbol mundial como encargado de promocionar este deporte, repartiendo uniformes, balones y zapatillas de fútbol en los lugares más recónditos del planeta, y ascendió a secretario general en 1981. Tras un intento frustrado de destronar a su mentor brasileño en 1994, recibió su bendición cuatro años más tarde y fue electo presidente en París en vísperas del Mundial de Francia 1998.
La burbuja estalló en mayo de 2001, cuando ISL se declaró en bancarrota en el cantón suizo de Zug. Se había comprometido en 1996 a pagarle a la FIFA unos USD 1.600 millones por los derechos comerciales y televisivos de las Copas Mundiales de 2002 y 2006, pero la firma se había quedado sin liquidez haberse extralimitado en múltiples acuerdos. Primero la entidad presentó una demanda contra la empresa acusándolos de ‘sospecha de fraude’, ‘malversación de fondos’ y ‘administración comercial desleal’. Sin embargo, Blatter fue reelecto en 2002 y retiró la denuncia a ISL en 2004. Una jugada muy sospechosa que motivó a una investigación profunda y dejó al desnudo los métodos de gobernanza de Havelange. Un fiscal suizo llamado Thomas Hildbrand se topó con un oscuro pasado.
“Al estudiar incansablemente registros bancarios de todo el mundo, así como los documentos incautados en una redada de la sede de la FIFA en 2005, Hildbrand comenzó a armar un caso descomunal alegando que ISL había pagado millones en sobornos y ‘mordidas’ a funcionarios deportivos a cambio de contratos de derechos de televisión y mercadotecnia, los cuales representaban su fuerza vital.
Tarde o temprano, la investigación de Hildbrand reveló pruebas de que entre 1989 y 2001 se hicieron transferencias electrónicas de al menos USD 22 millones en pagos ilícitos a través de una complicada serie de compañías que controlaban João Havelange y su yerno, Ricardo Teixeira, quien era presidente de la asociación de fútbol de Brasil. También se pagaron cantidades considerables a Nicolás Leoz, presidente de la Conmebol”, detalla Ken Besinger en ‘Tarjeta Roja’.
Como el soborno comercial no era un delito en Suiza en ese momento, ninguno de los funcionarios fue acusado y sus identidades se mantuvieron en secreto. Nadie cayó preso. Pese a esto, varios ejecutivos de ISL admitieron abiertamente en el juicio que se habían pagado sobornos (ellos del decían “comisiones”) durante décadas. La práctica comenzó en la época de Havelange, quien murió a los 100 años de edad en agosto de 2016. El amor al juego fue devorado por el oportunismo y los dirigentes de aquellos años empezaron a insistir en recibir sobornos antes de firmar cualquier contrato.
“Dassler le había confiado a Nally en 1978 que pretendía sobornar a Havelange. Una vez que Havelange empezó a aceptar dinero por debajo de la mesa, Dassler lo tuvo en sus manos. El presidente de la FIFA no cedería los derechos a nadie más. Fue el nacimiento de la corrupción deportiva”, define Ken Besinger.