William Anseume: El trapo rojo, electoral, de una nueva Constitución

William Anseume: El trapo rojo, electoral, de una nueva Constitución

Se siente el desespero entre amigos y algunos partidos políticos con sus líderes, blandiendo el discurso de que con la nueva Constitución nos roban o nos destruyen el país en su sustento legal, en la guía general de la ruta, en el acuerdo social, en el pacto. Me cuesta entender su desespero, genuino sin duda, de demócratas convencidos hasta los tuétanos; más profundo, quizá.
Me pregunto de inmediato: ¿El problema radica en la Constitución como texto legal supremo o en su aplicación? Aquí media la misma distancia, con sus diferencias notables, que va entre teoría y práctica o, en términos escénicos: entre el texto escrito y el texto de la representación. ¿Ha habido algún problema, ha sentido el cuerpo, colegiado o no, en el poder, algún prurito en conducir el Estado al margen de la Constitución? ¿Es éste un “gobierno” constitucional? No me vengan con trasquiladas conceptuales, teóricas, de papel. En nada, absolutamente en nada, se sustenta el poder establecido actualmente partiendo, manando en su accionar, de la Constitución “vigente”, de la “bicha”, en alusión pedestre y prosaica del felizmente extinto “comandante supremo”.

Otra pregunta cabría hacerse en medio de la angustia de algunos amigos y partidarios interesados de veras o no: ¿Una nueva Constitución blindará al gobierno en su accionar desproporcionado en cuanto a Derechos Humanos, por ejemplo? ¿Un nuevo texto será la guía inmarcesible del rumbo gubernamental en adelante? ¿O es la hechura, discusión pública y votación un acto político legitimador de la Asamblea Nacional Constituyente y, por ende, presto a oxigenar la dictadura en busca de aires democráticos dentro y fuera del país? ¿Seremos nosotros quienes le daremos la estocada final a la Asamblea Nacional, con una votación legitimadora de la ilegítima ANC?





Pisotear un texto nada cuesta. Los ciudadanos venezolanos nos sentimos irrespetados a diario, precisamente, entre otras desproporciones, porque los reclamos que pudiéramos hacerle al “ejecutivo-judicial-electoral-moral”, e incluso al legislativo, más democrático, acerca del incumplimiento del texto fundamental no son para nada tomados en cuenta, es una lucha agónica por el cumplimiento de lo que no quiere el régimen o no puede el legislativo llegar a cumplir.

No importan el papel, ni las letricas; importa que en la práctica esas letricas en el papel carecen de sentido a la hora de las actuaciones extra-texto del despotismo instaurado en Miraflores y todos los edificios gubernativos donde yace el poder, amparado en las armas, en los narcóticos, en las diversas mafias nacionales e internacionales, a las que para nada les importa si el texto es rojo o azul, si los fundamentos del Estado son la educación y el trabajo… ¡Figúrense nada más! Los fundamentos del Estado son más golpeados que peras para boxear. Han llegado a la extinción.

¿Y pensamos que con un nuevo texto sí seremos vulnerables,l vulnerados? Y que debemos salir corriendo a explicar a todos, en cada rincón, los despropósitos del nuevo ordenamiento legal, incógnito hasta ahora, en varias versiones, en una de las cuales va el matrimonio igualitario que ha acogido hace años el resto del orbe, y en el otro no cabe nada de eso, por virginal. ¿De qué hablamos? ¿Necesita una dictadura, esta tiranía, un texto guía para lanzarnos a todos de un edificio o acribillarnos, apresarnos, torturarnos o desterrarnos? ¡Qué va paisa! Necesita sacarnos de la calle, de la protesta diaria, de la rebelión continua, de la huelga general, de la expresión rotunda del hartazgo, de la movilización internacional en su contra, del peligro de que se le volteen finalmente las armas al unísono y no las de aislados suspiros románticos uniformados, prestos a llevar golpes o a ser sepultados en las mazmorras, o muertos, en muertes ejemplares y terroríficas.

¿El problema es la próxima Constitución o ésta? ¡Qué las hagan, las deshagan y las rehagan! Situémonos en lo raigal, esquivemos los trapos, aunque parezcan fundamentales y busquemos con mayor precisión el objetivo, como el boxeador con el contendor en las cuerdas hasta el golpe fulminante o hasta ver la toalla llamativa entrar al cuadrilátero. No soltemos la presa que desea firmemente desviar, del modo que sea, la atención, para salvarse de lo inevitable.

wanseume@usb.ve