Cómo construir esperanza. Las cuentas no dan. La producción petrolera va en descenso. La exportación es insuficiente. Hay sobreendeudamiento. Se desploma el PIB. Caen las importaciones. Hay penuria y depauperación económica y social. La clave es enfocarnos en el potencial. La diáspora trabaja en escenarios y alternativas. El trabajo es integral. Hay transparencia y empatía ciudadana. El desafío es grande. Hay que llevar el mensaje a la población. No están solos. Los tiempos serán cortos. Falta poco.
Cómo construir esperanza luego del colapso de la destrucción perpetrada a la República de Venezuela. La tarea no es fácil pero en ella andamos muchos venezolanos en el exterior pese a la adversidad. Tenemos confianza en el porvenir.
Las cuentas no dan
Al culminar el segundo semestre de 2018 Venezuela y PDVSA deben $4.533,4 millones en compromisos sin honrar a tenedores de deuda externa desde octubre de 2017, mientras el promedio anual de los ingresos de origen petrolero es de $4.195,4 millones como flujo neto a la fecha.
En el segundo semestre de 2018, tanto la República como PDVSA tienen pendientes obligaciones por $5.619 millones de 24 títulos, tres de ellos presentan pagos de capital principal.
El precio del barril de petróleo de la canasta venezolana al día de hoy ronda los 73 dólares el barril. Con una producción en franco descenso que apenas alcanza la cantidad de 1.235.000 barriles diarios (OPEP sept 2018), además de la necesidad de destinar 400.000 b/d al consumo interno, 50.000 b/d a Cuba y 330.000 a China como parte de los acuerdos suscritos.
Quedan únicamente 455.000 b/d para exportar y estas exportaciones le producen al país $ 12.123 millones por año. Sin embargo, cada barril de petróleo tiene un componente importado de entre 13 $ y 20 $. Eso nos da un costo aproximado de $ 7.438 millones, quedando al país un saldo neto de $ 4.686 millones.
A esa cifra es necesario restarle unos $ 490 millones equivalentes a la prima que debe pagarse por importar 92.000 b/d de petróleo liviano necesario para la marcha de las refinerías. Se estima que un 20 % de la cantidad pagada por ese petróleo pasa a engrosar la estructura de costos de PDVSA, quedándole solamente $ 4.196 millones al año como flujo de efectivo neto.
A PDVSA aún le faltarían $ 1.424 millones para hacer frente a sus obligaciones pendientes.
Adicionalmente, hay tres grupos de acreedores que se están organizando para demandar por incumplimiento en los pagos. Pero para la República y PDVSA no solo coexiste este proceso legal, sino los reclamos de terceros favorecidos en los casos de arbitraje contra PDVSA, como Conoco- Phillips ($2.040 millones) y la de tenedores de notas estructuradas sin pagar.
La situación es realmente alarmante con un sobreendeudamiento irresponsable (deuda pública externa cercana a los $178.000 millones); una destrucción de la riqueza con un pronunciado desplome de 50% del Producto Interno Bruto; y una crisis del sector externo con una caída superior al 80 % en las importaciones en los últimos 5 años.
Es un cuadro completamente inviable para la recuperación económica y el país pide a gritos un cambio mientras la dictadura pretende solidificar sus pequeñas bases en más pobreza y dependencia.
Los niveles de penuria y depauperación económica y social lucen difíciles de sobrellevar, el tiempo no es suficiente, el agobio y la desesperanza son un activo para la dictadura.
¿Cómo llevar entonces esperanza en medio de este caos?
Más que ver los números, el deber es el de enfocarse en el potencial y en la forma de darle la vuelta a la realidad actual.
Diferentes equipos multidisciplinarios en todo el mundo que constituyen la diáspora que lleva a Venezuela en sus entrañas, están trabajando en determinar escenarios y salidas en el corto, mediano y largo plazo para nuestro país.
En esos equipos de venezolanos no hay pretensiones distintas a la colaboración para con el hogar que nos vio nacer.
En distintas áreas sectoriales se han conformado grupos de trabajo. La misión es unificar los planes de reconstrucción nacional con el objetivo de cohesionar los tiempos y el alcance de las metas unificando la necesidad de armonizarlos.
Las banderas de quienes desean acometer las reformas son y serán, la transparencia, la equidad y la empatía con la ciudadanía.
La compleja realidad representa quizá el desafío más grande de nuestra historia contemporánea, hace imperativa la comprensión y la construcción de mecanismos de comunicación directa con la población para hacer llegar el mensaje de que no están solos.
Y más aún el deber creciente de alinear la retórica, la teoría, la dialéctica y desprovisto de intereses particulares, coadyuvar en un bloque común de consenso que lleve a la praxis real y previsible un programa creíble en todos los sectores, que constituya una visión de país más allá de un compendio de buenas intenciones.
Una hoja de ruta en la que se determinen objetivos, actores y contenido teórico/práctico en las distintas áreas de la vida nacional que han sido destruidas, incluidas la moral de nuestro pueblo.
En el medio, las fuerzas del régimen que capitaliza sobre la base de más destrucción golpean sin cesar el espíritu para dividir aún más la tan deseada cohesión y unidad en el objetivo común que representa la proeza histórica de refundar la patria.
No podrán, contamos cada vez más con actores externos de buena voluntad quienes tienen algún pedazo en sus vidas de un país que les brindó cobijo en el pasado.
Esas voces también se alzan en distintos parlamentos a favor de nosotros. Ayudan y colaboran, sin más motivación que ser útiles a favor de la buena causa. A todos ellos debemos darles nuestro profundo agradecimiento y el mensaje de que unidos vamos a lograrlo.
A los que aún apoyan al régimen, el mensaje es claro, así como no pudieron exportar para siempre sus semillas en Argentina y Brasil, tampoco podrán masificar la destrucción en más países de América Latina.
Los casos de Bolivia y Nicaragua comienzan también a despertar conciencias alrededor del mundo. Tampoco están solos.
Huir del sufrimiento, evocar los principios fundamentales de la moral democrática, serán las bases del nuevo camino. Los tiempos serán cortos y la luz de la transformación avivará la esperanza en nuestros corazones, falta poco.
Por Rosana Sosa García y Boris Ackerman
Economistas