Para entender nuestras posibles salidas, le ruego que lleguen al final de este artículo que creo no va a gustar demasiado, pero que es parte de lo que pudiéramos ver en un futuro posible, porque sí apreciados lectores, vivimos el final de un ciclo histórico y todo va a transformarse y será para bien, pero el parto va a ser doloroso y no necesariamente el alumbramiento le va a gustar a muchos. Por eso hay que conocer la historia y sobre todo para no dejarnos llevar por los simplismos.
Como ya vimos, el caso Chamorro en Nicaragua se debió a la mayor intervención extranjera en una elección en toda la historia del continente, fueron miles los observadores internacionales que llegaron a tener hasta dos expertos por centro de votación. El tema de las garantías electorales fue fundamental para que Chamorro ganara las elecciones de Nicaragua [i] y como bien me recordó mi amiga Idania Chirinos, incluso tras la paliza electoral, Ortega estaba renuente a entregar su presidencia, porque la presión de los otros ocho comandantes (y el sistema) no lo permitían. De hecho las negociaciones en las horas posteriores fueron tan o más importantes que las que condujeron a las garantías electorales y fueron llevadas a cabo por los presidentes regionales, la presión mundial y con la gigantesca influencia del Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, quien fue decisivo para que Ortega cediera finalmente y evitar así un inminente baño de sangre.
Finalmente al día siguiente las tensiones eran tremendas, no había algarabía en las calles y las negociaciones secretas con los presidentes continuaban sin descanso. No fue sino hasta esa noche postelectoral en la que Ortega visitó a Chamorro y claudicó -haciendo que el pueblo nicaragüense respirara aliviado- cuando el líder comunista dijo que aceptaría y Chamorro exclamaría el famoso: “mi bello padrecito” para luego anunciar solemne que: “esta elección no producirá exiliados, ni presos políticos”.
Pero tras esa frase que parecía democrática, se ocultaba otra gigantesca operación internacional de negociaciones. Fue Pérez quien convenció a Ortega, a tres de los comandantes más importantes y a Chamorro de buscar la paz interna y evitar toda persecución al régimen anterior, fue Pérez quien convenció a Bush padre y a Chamorro, de la necesidad de dejar como Jefe del Ejercito al más temido de los comandantes: Humberto, el hermano de Daniel Ortega. Fue Pérez el que convenció a los demócratas de emprender el camino a la inmunidad de quienes también mataron y asesinaron y también fue Pérez el que se comprometió a proteger la vida y la integridad de Chamorro, a sabiendas que una parte de los comandantes históricos (eran nueve) ya tenían la idea de asesinarla, porque no aceptaban los resultados que significaban no solo “el fin de su proyecto histórico” sino las gigantescas prebendas (dólares) que tenían sus respectivos grupos de poder. (Que caro le costó a CAP ser un Estadista para Nicaragua mientras aquí sus enemigos, propios y extraños, ignorantes del concepto de Seguridad de Estado, lo esperaban para aniquilarlo, haciéndole el mayor favor a los comunistas en toda la historia)
Pero hay que dejar también claro algo importantísimo, llegado el momento fueron los sandinistas quienes creían que podían ganar las elecciones compitiendo limpiamente y también quienes iniciaron el proceso posterior de diálogos secretos para exigir sus condiciones de entrega del poder. Y esto último, es vital para entender lo más importante en todos los procesos de dialogo y negociaciones: el que debería entregar el poder, sometido o no a presiones de todo tipo, debe obligatoriamente estar dispuesto a entregarlo.
Tanto el caso chileno como el nicaragüense, en algunos aspectos tienen muchísimas similitudes con el nuestro, la fragmentación opositora, el escaso margen de aceptación de los partidos, la falta de respaldo casi total a movilizaciones que pueden conducir a la violencia –lo que es natural en condiciones dictatoriales- en fin que estudiar las encuestas de la época en Chile o actuales en Venezuela pueden reflejar exactamente las mismas cifras[ii].
Los polemistas obvian, como en el caso nicaragüense, el gran apoyo de Reagan a la oposición chilena basado en sus miedos de que los revolucionarios alcanzaran el poder, de allí las amenazas de Estados Unidos al régimen militar que lograron el compromiso de “respeto a las reglas del juego”, la dotación a la oposición de una red de computadoras para el control y seguimiento de los votos, la fragmentación del alto mando militar con respecto a que Pinochet continuara por la vía dictatorial y más aún las garantías electorales mínimas. Pues la Corte Suprema de Chile no solo autorizó el espacio televisivo en las mismas condiciones y gratuitamente para los participantes diariamente, sino los derechos a manifestaciones y mítines. Y hay que verle la cara a que los chilenos vieran en su televisión debates abiertamente democráticos en los que por ejemplo Ricardo Lagos llamaba mentiroso y asesino al dictador, pero además, la campaña fue estupenda porque la basaron en el futuro de su país, enaltecieron las características positivas del chileno, avanzaron contra el miedo y tuvieron una estrategia muy asertiva: dejaron atrás tanto a Allende como a Pinochet. La consigna fue: “Chile, la alegría ya viene”.
Le pido a mis amigos chilenos que entiendan que la tiranía del espacio escrito me impiden narrar con detalle la increíble templanza, honestidad y compromiso demostrado por el pueblo chileno, así como el gigantesco esfuerzo realizado por la Concertación (Unidad) en materia de preparación para el plebiscito, tanto como la existencia de un liderazgo envidiable y comprometido con su país y su futuro. Un Plebiscito tan difícil que los partidos tuvieron que crear nada menos que el Padrón Electoral, casa por casa y llevar a sus votantes a inscribirse y así controlarlos en un registro electoral (Lagos dixit) que hasta la fecha no había existido nunca, lo que sumado a la obligatoriedad del voto (sanciones económicas y hasta cárcel para los abstencionistas), logró lo impensable. Los polemistas siguen obviando, como en el caso de Nicaragua, el levantamiento de los estados de excepción y de emergencia así como el retiro de la prohibición de retornar a Chile a todos los exiliados, porque Pinochet estaba tratando de lavar su imagen internacional.
¿Si es así? Masivamente acudiremos a votar
Los polemistas y ahora hay que sumar a los tienen años haciendo comparaciones, obvian un pequeño detalle, que la segunda intervención extranjera más grande en materia electoral fue la chilena, con cerca de dos mil observadores internacionales que arribaron a Chile, un despliegue de cerca de trescientos especialistas de la ONU y la OEA, otros 348 eran diputados, senadores y políticos de 21 países del mundo (ABC), junto a cerca de 500 especialistas electorales de Europa y América sumados a mas de medio millar de corresponsales extranjeros. Pero también llegaron cientos de artistas provenientes del exterior a unirse a la campaña por el NO, por eso bien vale recordar que Pinochet no dejó entrar a Joan Manuel Serrat a Chile, pero si a Paloma San Basilio o Sara Montiel, quienes se presentaron en conciertos junto a muchos cantantes que regresaban del exilio, haciendo campaña abierta contra el dictador.
¿Si fuera así? Masivamente acudiremos a votar
Por lo tanto a quienes sostienen que debemos salir a votar porque así salió Pinochet del poder, tienen absolutamente toda la razón, vamos a votar aquí en Venezuela, pero con las mismas garantías que se dieron en el caso de Pinochet y cercanas a las que dio Daniel Ortega. Pero sería bueno añadir aquí, que para nosotros en imperativo entender un poco, otra de las grandes verdades históricas de ambas elecciones y su comparación con el caso venezolano.
“Hubo mucho de arrogancia” dijeron algunos tras la derrota de Ortega, “los sandinistas creyeron que podían ganar”, “todas las encuestas los daban de favoritos” y “se permitieron unas elecciones limpias”. Mismas palabras que escribió en su libro el ex presidente chileno Ricardo Lagos [iii]: “la arrogancia de Pinochet fue su ruina; creía que el plebiscito solo sería una formalidad y que nada podía acabar con sus quince años de <realizaciones>. O quizás simplemente no hizo los cálculos”. Esto mismo lo escribió magníficamente el escritor chileno Antonio Skármeta “Pinochet, seguro de su triunfo profetizado por los asesores, quiere acreditarse ante el mundo como un demócrata. La economía marcha de maravillas y lo único que hace falta es limpiarse esas manchas del uniforme. Tolera que la oposición esté presente con observadores en todas las etapas del sufragio, e incluso, un mes antes del día crucial, según lo establece su Constitución, autoriza por primera vez en 15 años un espacio en la televisión para que sus detractores pidan al pueblo que voten contra él”. Sí, tan seguro estaba.
Mi opinión es que esa misma arrogancia la tuvieron aquí en el año 2015 cuando el chavismo perdió estrepitosamente la Asamblea Nacional y ocurrió finalmente el golpe de estado a la Constitución, eliminando las potestades institucionales y legítimas nada menos que del Poder Legislativo, sacándolos del juego político e ignorándolos como actores fundamentales de la vigilancia y el control del país, creo que a partir de allí cambió para siempre nuestro panorama electoral. Como cambió cuando Ortega retomó el poder y mas nunca cedió condiciones, como seguramente no lo haría Pinochet luego de pisar la cárcel, o como no haría Lula, Dilma, Correa o Cristina si vuelven a las presidencias.
Ya el chavismo no permitiría más unas elecciones que no controlara y por eso diseñó un modelo electoral hipercontrolado al estilo cubano, en el que solo los empleados públicos e instituciones afiliadas al gobierno tuvieran la mitad más uno de los delegados a la Constituyente. Es decir podían votar el 90% por la oposición y un diez por ciento de los votos lograría la mayoría. De la misma manera que por primera vez todas las encuestadoras coincidían en dar como ganadores a la oposición en las gobernaciones de forma aplastante y terminaron siendo la minoría sin que, repito, existiera abstención.
Pero hubo otra diferencia fundamental con el caso chileno, fue principalmente en sus Fuerzas Armadas, una institución donde sus integrantes no solo estaban divididos y con poder pero que estaban dispuestas a respetar las reglas del juego que se pretendía implementar y además, comprometidos a respetar los resultados, pero sobre todo a ejercer su poder de ser necesario, pues en un momento hasta amenazaron con bombardear a los extremistas de derecha si trataban de boicotear o amenazar a los votantes chilenos. Fueron principalmente la Fuerza Aérea, la Armada y los Carabineros el contrapeso de un ejercito que también estaba dividido y con una imagen deteriorada. En el caso venezolano este contrapeso también se percibió en menor medida, en el reconocimiento de los resultados de las elecciones parlamentarias del año 2015, la inmensa diferencia es que permitieran más tarde la eliminación total del último bastión democrático de Venezuela, la Asamblea Nacional elegida por la vía del voto y luego el sistemático irrespeto a la Constitución.
Ahora bien. El problema que volvemos a tener aquí en Venezuela es el simplismo de algunos que en realmente creen que estos modelos políticos son una especie de quítate tu para ponerme yo. Ni el asunto es vamos a votar, ganamos y comeremos perdices, ni estos se van, nosotros gobernamos y comeremos perdices. Lamento frustrar a ambos bandos, pero no es ni será así. Violeta Chamorro apreciados lectores, no solo cohabitó con Ortega sino que algunas veces sobrevivió gracias a su auxilio (Huelga), su Comandante del Ejercito fue durante cinco años Humberto Ortega, buena parte de los cuadros de mando de su ejercito y funcionarios importantes eran sandinistas y al menos tres comandantes del sandinismo continuaron con un poder gigantesco durante su gobierno, mientras que otros dos la adversaban profundamente en el Parlamento y si llegó al final de su mandato, se debió entre algunas otras cosas, a sus acuerdos con el sandinismo.
Y esto en muy delicado y por eso hay que entenderlo muy bien. Daniel Ortega estaba allí siempre, compitiendo electoralmente en las siguientes elecciones y siempre subió en votos hasta que finalmente ganó gracias a la abstención, en el año 2006. Luego de la estupidez más atroz de los opositores nicaragüenses, junto a la grotesca corrupción.
Por eso no se pueden ofrecer solo elecciones y garantías porque de la misma manera que ocurrió en Nicaragua, Pinochet también se quedó como Ministro de la Defensa durante ocho años, la transición chilena fue la más complicada y dura de la historia de América Latina [iv] y buena parte de los cuadros de la dictadura le dieron la estabilidad necesaria al presidente Aylwin para garantizar el fin de todo un periodo histórico. Así que lo que usted se debe preguntar, no es si votando se van Pinochet y Ortega –si las elecciones fueran posibles- sino precisamente como sobrevivir los próximos dos períodos junto a Pinochet y a Ortega.
Por eso este domingo hablaremos de nuestras posibles salidas reales, aunque no gusten.