La opositora peruana Keiko Fujimori se sentó este miércoles en el banquillo para que un juez decida si la manda a prisión preventiva por 36 meses, por recibir supuestos aportes ilegales para su campaña, mientras intenta evitar el desplome de su otrora poderoso partido.
La hija mayor del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) comparecía ante el juez Richard Concepción Carhuancho por un pedido de prisión preventiva de la fiscalía, una semana después de ser liberada por una corte de apelaciones tras permanecer siete días detenida por el mismo caso.
Este pedido de prisión preventiva por 36 meses, el máximo plazo contemplado por la ley, amenaza la aspiración de Keiko, de 43 años, de ser candidata presidencial en 2021, por tercera vez.
La audiencia comenzó con el alegato del fiscal de lavado de activos, José Domingo Pérez, quien afirmó que dentro del partido de Keiko “había una organización de facto” que han identificado “a través del testigo protegido”, que se encargó de recibir y encubrir aportes ilegales de campaña en 2011.
Durante la audencia, se manifestaban afuera del tribunal activistas a favor y en contra de Keiko, cuyo partido fue el más votado de Perú en los comicios de 2011 y 2016, y domina el Congreso.
El fiscal Pérez, que fue interrumpido varias veces por la abogada de Keiko, Guiliana Loza, ha pedido tres años de prisión preventiva para 12 dirigentes y cuadros fujimoristas, a quienes acusa haber creado una “organización criminal” dentro del partido, que manejó 1,2 millones de dólares aportados por la constructora brasileña Odebrecht a la campaña de Keiko, lo que ella niega.
El pedido de prisión preventiva debe ser resuelto por el juez Concepción Carhuancho, a quien Keiko acusa de estar confabulado con el fiscal Pérez.
La suerte de la hija mayor del expresidente Fujimori iba a ser decidida el domingo último, pero la audiencia fue reprogramada para este miércoles para que la defensa recibiera unos documentos del expediente y tuviera más tiempo para preparar sus argumentos.
Crisis en el partido
Keiko, quien asistió a la audiencia acompañada por su marido Mark Vito y su hermana Sachi, adoptó en las últimas horas un sorpresivo tono conciliador, llamando a la “paz y el reencuentro” con el gobierno peruano, tras haber mantenido un sello beligerante desde la campaña electoral de 2016, que perdió ante Pedro Pablo Kuczynski.
“Terminemos juntos esta guerra política reconociendo que todos hemos sido parte de ella”, declaró Keiko, quien no dio tregua a Kuczynski hasta forzarlo a renunciar a la presidencia en marzo pasado.
El partido de Keiko, Fuerza Popular (derecha populista), se sumió esta semana en una crisis interna.
La agrupación inició una “reestructuración” mientras cunde una sensación de desbande entre sus legisladores, tras la renuncia de los miembros de su cúpula y de dos asesores de Keiko.
A esas turbulencias se suma la decisión del presidente del Congreso, Daniel Salaverry, de distanciarse temporalmente como militante del partido y la renuncia a sus filas del legislador Francesco Petrozzi, quien acusó al grupo político de ser “sectario”.
A pesar del remezón, Keiko descartó dejar la presidencia del partido. “Las diferentes instancias han expresado el respaldo a mi persona”, señaló el martes en la noche.
El desgaste causado por sus problemas judiciales y disputas familiares, así como por liderar durante dos años una oposición obstruccionista, ya le pasó factura en las elecciones regionales y municipales del 7 de octubre, en las que el fujimorismo no ganó ninguna de las 25 gobernaciones ni tampoco alcaldías importantes.
El partido cosechó menos del 3% de votos, mientras que en las presidenciales de 2016 Keiko había obtenido 40%.
La frustración por haber perdido una segunda elección presidencial (la primera fue en 2011 ante Ollanta Humala) indujo a Keiko a enviar a su mayoría parlamentaria a una guerra sin cuartel contra Kuczynski, hasta que el mandatario arrojó la toalla.
También intentó dominar al actual presidente Martín Vizcarra, pero éste reaccionó con energía ante los embates del Congreso, lo que terminó por desplomar la popularidad de Keiko, quien además libra una guerra fratricida con su hermano menor Kenji, de 38 años, por el legado político de su padre.
El expresidente de ancestros japoneses, de 80 años, está internado en una clínica de Lima en calidad de detenido desde que hace tres semanas la justicia peruana anulara el indulto que le había concedido Kuczynski en diciembre, mientras cumplía una condena de 25 años por crímenes contra la humanidad y corrupción.
AFP