Ahí están los productos de la tranquilidad. Parece un retrato de la abundancia. Hoy sería algo así como el cuadro de la opulencia y, sin embargo, era la normalidad. Era la bodega de Abigaíl Padrón, viuda de José Antonio Matute, ubicada en el barrio Los Corrales, al este de Guadualito, en el extremo de la calle que conectaba con el llano, paso de ganado, paso de hombres y mujeres. Paso del tiempo, que un almanaque también cuelga en la estantería de Abigaíl. Así lo reseña konzapata.com
Por Juan Carlos Zapata @periodistajcz
Detallemos la fotografía. Hay la sal de la vida. Hay el azúcar del placer. Hay salsa de tomate Heinz. Y mostaza. Y compotas para calmar el llamado de los niños. Hay crema de arroz Polly. Y hay la Maizena Americana, gran producto nacional. Y también la Nenerina. Nada falta para levantar los muchachos. Y hay los caldos concentrados y los cubitos del sabor. Y mayonesa y margarina Mavesa. Y aceite vegetal. Hay pasta y atún. Y la mermelada y la gelatina del postre. Hay fósforos, que las cajitas están colocadas encima de las velas y los velones para la luz de los vivos y los muertos. Hay harina Robin Hood y también avena. Hay hasta salsa rosada, qué invento de la industria local.
La bodega fue fundada en 1960, me dijo Abigaíl Padrón. Vendió una casa en La Palma, un caserío cercano a Guasdualito, y con esos recursos inició el negocio que cerró a su muerte, hace 5 años. “La empecé yo aquí en 1960 cuando las calles todavía eran de barro. Aquí lo que llegaba era pura gente de a caballo. Entonces había muy poquitas casas. Esto eran potreros, corrales de encierro de ganado. Por eso se llama Los Corrales. Y era un llegadero. La gente paraba a comprar aquí. Como hoy todavía paran los que pasan para el llano en carros y motos. Matute tenía también una bodega en el centro del pueblo, donde hoy queda la farmacia”.
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