En medio del traslado de los migrantes que se encontraban en el predio El Bosque, al lado de la Terminal del Salitre, los habitantes del barrio Luis María Fernández intentaron impedir el ingreso al lote de reubicación, publica El Espectador.
Por Mónica Rivera Rueda / mrivera@elespectador.com – @Yomonriver
Con el ánimo de poner orden y evitar que se saliera de control la invasión de venezolanos en un lote cercano a la terminal de transporte de El Salitre, el Distrito adelantó ayer la reubicación de 38 familias. Sin embargo, la jornada reveló varios contrastes. Por un lado, que pese a las buenas intenciones de la administración, no todos los beneficiados quedaron satisfechos. Por el otro, que si bien muchos bogotanos están de acuerdo con ayudar a las persona oriundas del vecino país, son pocos los dispuestos a convivir junto a ellos.
La jornada se adelantó desde las primeras horas del día. En las inmediaciones de la terminal de transporte los migrantes se dividían en dos grupos. En un lado, los asentados en el predio El Bosque, que al estar censados, recibían asistencia de la Cruz Roja y la Alcaldía. En otro, los que en los últimos tres meses se fueron instalando alrededor de dicho lote, en carpas improvisadas, junto a la carrilera del tren y el río San Francisco.
Por esta razón, ayer se vivieron dos situaciones. Mientras los primeros alistaban sus cosas para partir al nuevo albergue, a los otros se les notaba la incertidumbre, al no saber qué pasaría con ellos, si los iban a desalojar o los tendrían en cuenta para el traslado.
A las 7:00 de la mañana comenzaron a llegar los funcionarios del Distrito, acompañados con miembros de la Policía. Sin bien, cada migrante tenía la posibilidad de aceptar el cupo que le ofrecían en el nuevo albergue, la orden sí era desocupar los lotes. Esta situación produjo la reacción negativa de varios de los migrantes que no estaban en los listados del Distrito, quienes comenzaron a organizar para evitar un nuevo censo.
Unos aseguraban que en el nuevo lugar los separarían entre mujeres y hombres; otros, que no había suficiente espacio para todos. Sin embargo, dos horas después las tensiones se disiparon y el grupo de familias que estaban preparando su partida era mucho más grande que el que se oponía. En los primeros buses partieron los adultos mayores, así como las familias con mujeres embarazadas y niños. En los siguientes, se veían caras de alegría, entre quienes aceptaron el traslado y los que decidieron partir del lugar.
El plan del Distrito contempló trasladar alrededor de 500 personas (285 censadas del predio El Bosque) a las canchas de fútbol del centro hogar “El Camino”, de Integración Social, ubicado en el barrio Luis María Fernández, en la localidad de Engativá. Allí instalaron 44 carpas con catres. Además, dispusieron de todo lo necesario para garantizarles agua potable, vacunación y baños.
A pesar de ser un lote legal y con el respaldo de la administración, algunos prefirieron declinar la oferta y regresar a las calles. De acuerdo con el Distrito, en la tarde de ayer, 30 venezolanos decidieron abandonar el albergue al considerar que las condiciones eran precarias o por no estar de acuerdo con el manual de convivencia que estableció la administración y en el que , entre varias cosas, se destaca las prohibición para cocinar, fumar o lavar la ropa dentro del campamento, así como las limitaciones de ingreso y salida, entre las 5:00 a.m. y las 8:00 p.m.
No obstante, la gran mayoría sí aceptó la oportunidad. A pesar de que en el predio ilegal no estaban regidos por un manual de convivencia y podían cocinar, lavar la ropa e incluso llevar una vida medianamente cómoda en medio de la precariedad, de acuerdo con la Secretaría de Integración Social, Cristina Vélez, el nuevo albergue les ofrece la confianza de estar en un lugar seguro, con las condiciones del Distrito, pero al fin de cuentas, con condiciones más dignas para vivir en los próximos tres meses.
Rechazo de los vecinos
Las dificultades no solo giraron entorno a las condiciones del traslado. El rechazo de los vecinos del nuevo albergue fue otro reto que tuvo que enfrentar el Distrito. Algunos habitantes del barrio Luis María Fernández, mostrado su inconformismo con la llegada de los venezolanos a la zona. La excusa inicial fue que el predio no era apto para su estadía, ya que por las fuertes lluvias se había inundado. Luego, intentaron impedir el ingreso de los venezolanos, expresando otras razones: “nos traen brotes de enfermedades”, “Que se quede uno o que se queden 100, igual se van a enfermar”, “bienvenida la inseguridad” fueron algunas de las consignas de algunos vecinos.
De acuerdo con la encuesta de Bogotá Cómo Vamos, uno de cada tres bogotanos está de acuerdo en que se le brinde ayuda a los migrantes, pero, como en el caso de ayer, se evidencia que la situación cambia cuando se debe convivir junto a ellos.
La secretaría de Integración Social aseguró que en el nuevo albergue se abrieron zanjas y se llevaron motobombas para evitar que se presenten nuevas inundaciones. Por otro lado, se garantizará la atención en salud de los migrantes y se harán vacunaciones para evitar brotes, mientras que en los jardines infanatiles distritales se recibirán a los menores venezolanos. Para los adultos se tienen previstas jornadas de orientación para ayudarles y facilitarles la búsqueda de empleos.
Por su parte, el secretario General, Raúl Buitrago Arias, manifestó que se redoblará la vigilancia en el lote de El Bosque (cerca de la Terminal) para evitar nuevos asentamientos ilegales, mientras que el llamado a la comunidad fue no estigmatizar a los migrantes. “Aquí estamos dando una ayuda transitoria para que puedan integrarse en la ciudad o tener un punto de apoyo para continuar su travesía”.
Esta semana continuará la instalación y adecuación de los venezolanos en el albergue temporal, donde podrán estar hasta por tres meses. Lo que pase en este tiempo definirá si la estrategia del Distrito, la primera de este tipo para ayudar a los venezolanos que se desarrolla en el país, es efectiva y no se generan nuevos reasentamientos ilegales en la ciudad. En definitiva no es un trabajo único de la Alcaldía, sino uno que debe contar con la colaboración de la ciudadanía, pero sobre todo de la tolerancia y la disposición para aceptar la llegada de estos migrantes a los diferentes sectores de la ciudad.