Cesare Battisti siempre supo elegir a sus amigos. Presidentes, políticos, intelectuales. Amigos que lo protegieron durante más de 36 años en nombre de la ideología y de una mentira: que era un perseguido político y no un terrorista condenado a cadena perpetua por el asesinato de cuatro personas en la convulsionada Italia de los años 70.
El Estado italiano luchó durante décadas contra esa mentira y para obtener la extradición del criminal de 63 años. Algo que ahora, tras el pedido de detención de un juez brasileño, parece estar más cerca que nunca.
La trayectoria criminal de Battisti comienza durante los “años de plomo”, un periodo oscuro de la historia de Italia en el que varios grupos de extrema izquierda y derecha tomaron las armas con el fin de atentar contra el orden democrático.
Delincuente de poca monta devenido militante izquierdista, Battisti había sido detenido en 1979 por formar parte de los Proletarios Armados para el Comunismo (PAC), una agrupación que teorizaba una alianza “anti-capitalista” con los delincuentes comunes.
Entre un lapso de 10 meses asesinó a cuatro personas. El 19 de abril, un comando de PAC mató en Milán al policía Andrea Campagna. El 6 de junio, al carabinero Antonio Santoro. El 16 de febrero de 1979 la banda acribilló a Lino Sabbadin, un carnicero veneciano. Se cree que Battisti le dio el tiro de gracia. El mismo día asesinaron al joyero Pierluigi Torregiani. El hijo de éste, de 15 años, fue alcanzado por una bala en la columna vertebral y quedó parapléjico. Desde entonces pide justicia.
Por esos crímenes Battisti fue condenado a cadena perpetua. Pero nunca la cumplió. En 1981 huyó a Francia, luego a México y, en 1990, otra vez a Francia donde, amparados por la “doctrina Mitterrand”, se habían refugiado decenas de ex terroristas italianos.
En París comenzó a escribir, convirtiéndose en autor de novelas policiales publicadas por la prestigiosa editorial Gallimard. Los intelectuales simpatizaban con él. Entre otros, salieron en su defensa Bernard-Henri Lévy, Philippe Sollers, Daniel Pennac, Fred Vargas. Para ellos Battisti era un “héroe revolucionario”.
Por su parte, el entonces secretario del Partido Socialista François Hollande y futuro presidente de Francia, lo visitó durante su permanencia de cinco meses en la cárcel.
Hasta que en Francia cambiaron el gobierno y el clima favorable. Así, en 2004, en la víspera de una sentencia que determinaría su extradición, Battisti volvió a escapar. Esta vez a Brasil, donde había recién asumido otro líder sensible a sus reclamos, Lula da Silva. En 2007 volvió a ser detenido, justo mientras la Corte europea establecía que tuvo juicios justos, con un completo derecho de defensa. No era suficiente: en 2009 Lula le otorgó el estatus de “perseguido político” por el “temor de persecuciones”. El 31 de diciembre de 2010, en su última decisión como mandatario, el presidente brasileño rechazó el pedido de extradición presentado por Italia.
En 2011, otra vez libre, regresó a su casa de San Pablo, donde continuó su actividad de escritor. Durante todo este tiempo nunca se arrepintió, aunque pidió perdón y admitió sus “responsabilidades políticas”. En 2015 se casó con su pareja brasileña, con quien en 2013 tuvo una hija. En septiembre de 2017, el ministro de Justicia y el canciller del gobierno de Temer accedieron a evaluar un nuevo pedido de extradición presentado por Italia. En octubre fue detenido en la frontera con Bolivia con 25 mil dólares en efectivo. “Fui a pescar”, se justificó. Lo liberaron tres días después.
Hasta que, al igual que en Francia, también en Brasil hay un cambio de clima: Bolsonaro gana las elecciones. Y le promete a las autoridades italianas que una de sus primeras decisiones como presidente será autorizar la extradición de Battisti.
Riaffermo qui il mio impegno di estradare il terrorista Cesare Battisti, amato dalla sinistra brasiliana, immediatamente in caso di vittoria alle elezioni. Mostreremo al mondo il nostro totale ripudio e impegno nella lotta al terrorismo. Il Brasile merita rispetto! pic.twitter.com/2mZj8ARpWi
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) October 16, 2018
“Él puede decir lo que quiere, yo estoy protegido por la Corte Suprema”, lo desafió el ex terrorista en una entrevista con la RAI. “Son sólo palabras. Fanfarronadas. Para la Justicia yo estoy protegido”.
Hasta la decisión judicial de la semana pasada. Prófugo otra vez. Pero ahora, ya sin amigos, parece estar más cerca del final del partido.