La oclocracia que desgobierna este país, si en algo ha crecido, es en su tendencia patológica a creerse sus propias mentiras. Creer que lo que viene ocurriendo con la acción destructiva de Maduro los está fortaleciendo es mitomanía pura y dura. El empeño en legitimar un nuevo periodo presidencial el 2019 que duraría hasta el 2026 no los conduce sino a un duro golpe que la realidad se encargará de ejecutar.
Creer que la realidad política del país es la surgida de las sucesivas elecciones inconstitucionales de asamblea nacional constituyente (anc), presidenciales y las trucadas de gobernadores, alcaldes y concejales y, además, de que de allí surgió una legitimidad del régimen es algo que ni la imaginación más floreciente podría estar en capacidad de avalar.
La realidad del país es otra; más del 80% de la población rechaza la presencia de Maduro en el poder, un país muerto de hambre por falta ominosa de alimentos porque se destruyó todo el sistema agroalimentario nacional y un país donde los ciudadanos mueren de mengua por falta de medicinas y con un sistema de salud en ruinas. La realidad es que Venezuela es una economía petrolera sin industria petrolera porque fue devastada en estos veinte años de desgobierno por una depredación despiadada de los encargados de administrarla.
Lo que ha hecho el régimen del socialismo en el siglo xxi es debilitarse cada vez más en su afán de permanecer en el poder a costa de convertir el país en un montón de ruinas, han acabado con la posibilidad de financiamiento externo por la estulticia de pensar que podían sustituir la Asamblea Nacional por el tribunal supremo sin medir que tenían que contar con un mínimo de legitimidad en el ejercicio del gobierno. Esta Maduro empeñado en juramentarse como presidente ante la anc a sabiendas que es un acto que no tendrá ninguna consecuencia legal ni legitima ante un país que abomina de su ejercicio gubernamental y ante los países democráticos que rechazan la violación sistemática en Venezuela de Derechos Constitucionales, Humanos, Civiles y Democráticos, y que no están dispuestos a aceptar la presencia en el concierto de los países de América Latina a una figura que atropelle abiertamente principios consagrados en la Constitución vigente en Venezuela.
Es el propio Maduro quien con cada decisión teje el mimbre político que le dará de baja del poder, cada acto violatorio de la Constitución es un acto en que se pone más cerca de su salida política, pese a aparentar permanente una fortaleza y una unidad de la que carece a todas luces el castro-chavismo-madurismo. Las fracturas de la coalición en el poder civil y militar son cada vez más evidentes y se amplían bajo la presión de cada vez más contundente de la acción internacional que busca una solución pacífica para el país.
Hoy a pesar de las apariencias el momento de ponerle fin a este régimen político que ha realizado el cataclismo social más grande y ominoso de nuestra historia se aproxima inexorablemente y el castro-chavismo-madurismo lo sabe, sabe que el fin está cerca y blufea para confundir al país. Pero la realidad es inocultable la debilidad del régimen es correlativa a la destrucción del país.
Pedro Vicente Castro Guillen
@pedrovcastrog