Cuando usted ve a esos niños con rostros esqueléticos en las calles de Caracas, de Ocumare del Tuy o de cualquier parte de Venezuela, hurgando dentro de la basura para buscar qué comer, sabe que este modelo chavista es inviable, indefendible y criminal.
Y si algo evidencia la magnitud del fracaso del “socialismo del siglo XXI” es precisamente ese episodio lamentablemente cotidiano, refrendado con la promesa que se convirtió en estafa que hizo Hugo Chávez en diciembre de 1998, apenas resultó electo presidente de la República, cuando dijo que se “prohibía a sí mismo” que existieran niños de la calle en Venezuela, o de lo contrario “se cambiaba el nombre”.
Lo doloroso es que 20 años después de esa farsa, no solo es que se disparó la cifra de niños de la calle: también se multiplicaron los delitos que cometieron; los asesinatos en los que fueron víctimas o victimarios; la miseria en la que viven; las drogas que consumen; la desigualdad social que sufren; la masiva deserción escolar que ahora los caracteriza; así como el abandono de sus padres que escaparon del país que los vio nacer debido al hambre y la pobreza generadas por Chávez y su sucesor Nicolás Maduro.
No obstante, a pesar de esta crisis económica, social y cultural sin precedentes en nuestra historia, esos venezolanos que no nos rendimos ni resignamos a esta desgracia “socialista” planteamos y nos unimos al “Plan País”, una propuesta de futuro, modernidad, progreso y prosperidad que presentamos a nuestra nación para comenzar a implementarlo una vez le demos fin a estas dos décadas de atraso y sufrimiento chavista.
Sin duda que esta convergencia de ideas de distintos sectores opositores envía un poderoso mensaje a los venezolanos, porque en medio de nuestras naturales diferencias políticas, todos estamos de acuerdo en que para salir de esta pesadilla debemos estar unidos en propósitos y objetivos que se alejan de nuestras ambiciones personales en función del bienestar del país.
A grandes rasgos, el “Plan País” en su primera fase contempla el inmediato abordaje de la crisis humanitaria que mientras usted lee esto cobra la vida de un venezolano ya sea por hambre o por falta de medicinas; una estabilización económica que persigue combatir la hiperinflación, promover la producción y abastecimiento nacional así como obtener financiamiento externo -debido que los delincuentes de “cuello rojo” se robaron, y aún roban, hasta los bombillos de las oficinas-; así como el área energética, que tiene la visión de reimpulsar la industria petrolera que de más de 3 millones y medio de barriles diarios que se producían antes de que le cayera la “peste roja”, hoy apenas llega al millón de barriles.
En este sentido, no puedo dejar de mencionar otro esfuerzo que para esa nueva Venezuela que se asoma a pesar de la desesperanza de muchos, se forja desde la Asamblea Nacional, donde ya los diputados tenemos un banco de leyes aprobadas que entrarán en vigencia apenas ocurra ese cambio de régimen que tantos anhelamos. Por supuesto que ese cambio no llegará “mágicamente”, porque aún seguimos articulando nuestros planes y objetivos, pero sin duda lo lograremos más temprano que tarde, porque se lo debemos a esos venezolanos que a esta hora no han hecho hallacas ni comprado el regalo del Niño Jesús, porque el criminal régimen de Maduro lo empobreció. Se lo debemos a esos niños que no han comido y deambulan por estas calles. Se lo debemos a esos compatriotas que están vendiendo caramelos en un autobús en Perú. Te lo debemos Venezuela y para ti trabajamos.
Ramón Flores
Diputado a la Asamblea Nacional
Presidente del Parlamento Amazónico
@liderhumano