Algunas se acercan a ellos desconociendo cuál es su verdadera profesión, otras, una vez que se enteran de la verdad deciden no sólo apoyar sino que también asumen su cuota de poder en el negocio. Lo único cierto es que para una mujer que se involucra con un capo, la vida cambia para siempre.
Pero no en todos los casos estas historias tienen un final feliz, algunas terminan asesinadas, otras perseguidas junto con sus hijos o van a la cárcel acusadas de haberse convertido en cómplices de la actividad ilícita de sus parejas.
En el caso de estas mujeres que se involucraron o casaron con narcos mexicanos, muy pocas recuperaron su libertad y recibieron penas que difícilmente les permitirán salir de la cárcel algún día.
1. La narcosatánica
Sara Aldrete conmocionó al México de finales de los años ochenta. A la joven se le ligó con una organización criminal que mezclaba el tráfico de drogas con la santería. Se le llegó a ligar sentimentalmente con el líder de la banda, el cubano Adolfo de Jesús Constanzo, por lo que la opinión pública le atribuyó el alias de “La sacerdotisa” o “La Narcosatánica”.
Adolfo de Jesús Constanzo, “El Padrino” y Sara se conocieron en Matamoros, Tamaulipas, desde donde operaba para el envío de droga a Estados Unidos.
Practicante de palo mayombe, el traficante realizaba rituales de santería en los que incluía sacrificios humanos. Sara siempre se ha referido a él como amigo, pero ha negado que entre los dos existiera una relación sentimental.
El caso salió a la luz en abril de 1989 luego que David Serna, uno de los integrantes de la banda, fuera detenido en un operativo de rutina de la Policía Federal, quienes encontraron en su vehículo droga y una olla con restos de sangre, corazones y partes de columnas vertebrales, que posteriormente se reveló que algunas de estas partes de cuerpo pertenecían al estadounidense Mark Kilroy, reportado como desaparecido mientras realizaba un viaje a México.
Serna dio pistas sobre la ubicación de la banda que operaba en el rancho Santa Elena, a unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, donde la policía encontró enterrados los cuerpos mutilados de 13 víctimas a las que les habían sacado el corazón, el cerebro y partes de la columna vertebral que Costanzo usaba para preparar un brebaje que bebían durante sus ceremonias de santería, al que también añadían sangre, ajos y tortugas asadas.
Constanzo hacía creer a sus seguidores que gracias al brebaje adquirían poderes extraordinarios como el ser invisibles.
La banda se trasladó a Ciudad de México para intentar ocultarse de la policía, pero fue ubicada en un departamento de la colonia Roma. En medio de un tiroteo, Constanza pidió a uno de sus seguidores que lo matara. La única sobreviviente fue Sara que entonces era una estudiante de antropología de 28 años.
Fue acusada de encubrimiento, homicidio y asociación delictuosa y sentenciada a 600 años de cárcel. Aunque sigue presa ha publicado libros con su historia y ha asesorado producciones de cine que recrean el episodio.
2. Una reina en la tormenta
En julio de 2008, Laura Elena Zúñiga Huizar, de 23 años, había ganado el concurso Señorita Sinaloa, pero unos meses después, el 23 de diciembre, su historia cambiaría luego de ser detenida junto con otros siete hombres en un retén en el municipio de Zapopan, Jalisco.
Zúñiga había sido detenida junto con su novio Ángel García Urquiza, uno de los presuntos líderes del Cártel de Juárez en posesión de armas largas y 18 mil dólares en efectivo.
Laura también había ganado meses atrás el concurso Reina Hispanoamericana. Al ser detenida declaró a la Secretaría de Seguridad Pública que el grupo planeaba ir de compras a Bolivia y Colombia, después aseguró que desconocía las actividades a las que se dedicaba su novio y que había sido víctima de un secuestro.
La joven fue dejada en libertad semanas después, pero perdió su título. Se dedica al modelaje y continuamente es confundida con otra reina de belleza: Emma Coronel, la esposa de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
3. La jefa del cártel
Otra reina de belleza que fue a la cárcel por su relación con un capo es Clara Elena Laborín, quien alguna vez ganó el concurso como la mujer más bella de su natal Sonora.
Clara se casó con Héctor Beltrán Leyva “El H”, uno de los cuatro hermanos que fundaron el poderoso cártel que lleva sus apellidos y que en algún momento fue uno de los más importantes de México.
En 2009 fue incluida en la lista negra del Departamento del Tesoro de Estados Unidos como presunta lavadora de dinero del Cártel Beltrán Leyva.
Un año después, el 13 de abril de 2010, fue secuestrada por un grupo armado afuera de una casa en construcción, en Hermosillo. Trece días después la dejaron tirada cerca de la Universidad de Sonora, atada de pies y manos y con los ojos cubiertos. A su lado había un narcomensaje que decía:
“Nosotros te vamos a enseñar a ser hombre y respetar a las familias… Asesino de niños Héctor Beltrán Leyva aquí está tu esposa por quien no quisiste responder. Te la entregamos viva y sana para que aprendas que para nosotros la familia es sagrada, poco hombre culero”.
El secuestro se atribuyó al Cártel de Sinaloa y habría sido en venganza por el asesinato de Alejandro Coronel, de 16 años, unos días antes en un hotel en Nayarit. El adolescente, hijo del capo Ignacio Coronel fue secuestrado y asesinado por los Beltrán Leyva unos días antes.
Pero Clara no estaba dispuesta a ser moneda de cambio, en 2014 nació la historia de “La Señora”, cómo se le conocía al interior del cártel.
Luego de la detención de su esposo asumió el mando, evitó la fragmentación del cártel y mantuvo importantes plazas en los estados de Guerrero, Morelos, Chiapas, Querétaro, Sinaloa, Jalisco, Quintana Roo, Tamaulipas, Nuevo León y el Estado de México.
Llegó a ser uno de los objetivos prioritarios en el estado de Guerrero donde se le culpó de la violencia que se desató a mediados de la década.
Según un perfil realizado por la organización Insight Crime, afianzó alianzas con los cárteles de Los Zetas, Juárez y Jalisco Nueva Generación (CJNG). Fue detenida el 15 de septiembre de 2016.
4. La diputada de “El Chapo”
Lucero Guadalupe Sánchez había logrado lo que nadie más en su natal Sinaloa: ser la mujer más joven en obtener una diputación local.
El 4 de noviembre de 2014, mientras gozaba del fuero constitucional que le daba el ser legisladora, fue captada por las cámaras de seguridad de la cárcel de Alta Seguridad de La Palma, en el Estado de México mientras usaba una identificación falsa para visitar al preso más famoso del lugar: “El Chapo” Guzmán, al que habría conocido años atrás en una fiesta.
En abril de 2015, las autoridades carcelarias presentaron ante la Fiscalía Federal una denuncia en su contra por el uso de documentos falsos. Como única explicación aseguró que el tratar de ligarla sentimentalmente con “El Chapo” era un distractor para desviar la atención de los verdaderos problemas de México, como la Economía.
Posteriormente admitió ante medios de comunicación que sostuvo una llamada con el capo, quien desde la cárcel le habría pedido asesoría ante los presuntos ataques que sufrieron sus hijos menores de edad por los allanamientos de la Marina en sus propiedades. Habló de un niño de 9 años de edad y de un adolescente de 16.
Después. el Congreso local le quitó la protección constitucional de la que gozan los legisladores, huyó de Sinaloa y fue detenida en Estados Unidos en 2017 donde pidió asilo político, que le fue negado debido a que en México era buscada por la justicia. Actualmente está detenida en EEUU.