“Mi papá es mi mejor amigo y ya no puedo llamarlo como antes”, se lamenta Victoria Marulanda, de 19 años, la hija mayor del doctor colombovenezolano José Alberto Marulanda Bedoya, un reputado cirujano de manos que se convirtió en preso político el 20 de mayo del 2018, el mismo día en que Nicolás Maduro renovó su mandato presidencial en una de las votaciones más cuestionadas de Venezuela.
En menos de una semana, Marulanda, divorciado, padre de tres hijos y también profesor universitario, perdió la audición en el oído derecho, la sensibilidad en sus dedos pulgares y las ganas de vivir.
Fue detenido por la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM), torturado durante días e imputado por un tribunal militar con los cargos de instigación al odio y traición a la patria.
Aunque nació en Venezuela, tiene pasaporte y cédula colombianos, y sus familias -la que vive en Caracas y la que vive en Medellín- apenas pueden creer lo que está pasando: este diciembre, después de que su presentación para la audiencia preliminar fue diferida seis veces, la jueza militar Claudia Carolina Pérez ordenó su pase a juicio detenido en la cárcel militar de Ramo Verde.
La mala hora del doctor Marulanda comenzó cuando inició una relación con la capitana venezolana Emmy Da Costa Vanegas, tres meses antes de su detención. En esos días visitó Bogotá buscando la posibilidad de expandirse profesionalmente en el país -a propósito de la crisis que atraviesa Venezuela- y su novia le pidió que le trajera un celular para un amigo, en vista de la escasez de todo tipo de cosas en su país.
Marulanda compró el teléfono y, una vez en Caracas, el amigo buscó el teléfono. Nunca se imaginó el doctor que poco después tanto la mujer como el amigo del teléfono -el coronel Osvaldo García Palomo- serían señalados por el régimen de Maduro como los artífices de un alzamiento y atentado militar contra el Presidente y que llamaron “Operación Armagedón”. El operativo fue abortado antes de que ocurriera y tanto García Palomo como Da Costa Vanegas lograron huir. No así el doctor Marulanda.
Sus abogados y familiares explican que nunca estuvo al corriente de semejante operativo y que lo del teléfono fue un favor cuya envergadura desconoció hasta que cayó en las manos de las autoridades militares venezolanas. “Ese es uno de los procedimientos judiciales que le han sido violados al doctor Marulanda, su caso no lo debe llevar un tribunal militar”, dice su abogado y miembro del Foro Penal Venezolano, Gonzalo Himiob.
“A él en realidad se los han violado todos. Nunca le mostraron orden de detención, fue una detención arbitraria, no fue de inmediato presentado al tribunal y fue torturado”.
“Ese es uno de los procedimientos judiciales que le han sido violados al doctor Marulanda, su caso no lo debe llevar un tribunal militar”.
El doctor Marulanda explicó con detalle a sus abogados y a su familia -a través de una carta- los tratos crueles a los que fue sometido en la DGCIM durante tres días.
“Fue golpeado en la cabeza hasta perder la audición en el oído derecho. Le apretaron tanto las esposas que le comprometieron los nervios de sus dedos pulgares, hoy no tiene sensibilidad en ellos. Le pusieron un fusil en la boca, en el pecho, lo acostaron esposado y se sentaron sobre sus manos. Amenazaron con cortarle los tendones, trataron de arrancarle las uñas”.
“Pasó noches sentado. No lo ha visto un médico de su confianza a pesar de nuestras peticiones, solo lo ha revisado el médico de la cárcel de Ramo Verde, a donde fue trasladado después y donde está recluido ahora. Cree que tiene una costilla rota, pero no se le han practicado exámenes”.
En la audiencia de presentación, que finalmente ocurrió el 21 de diciembre, la jueza se negó a permitir la atención médica y desestimó el testimonio de las torturas, pidiendo a los abogados que introduzcan la demanda ante la Fiscalía. “El tribunal militar insiste en que no puede hacer nada”, explica Himiob.
“Fue golpeado en la cabeza hasta perder la audición en el oído derecho. Le apretaron tanto las esposas que le comprometieron los nervios de sus dedos pulgares, hoy no tiene sensibilidad en ellos”.
Los hijos del médico pudieron visitarlo el 24 y 25 de diciembre, pasando la Navidad entre barrotes. Marulanda se encuentra en la torre B de la cárcel de Ramo Verde y comparte celda con otros seis presos. Las heridas de los golpes se infectaron y sanaron con mínima atención. Hoy tiene otros abscesos infectados por picadas de insectos y por la insalubridad del lugar.
Su hija Victoria quiere que se sepa el daño que ha sufrido su familia. “La persona que era mi papá antes, ya no es. Tiene días buenos y otros en los que se cuestiona la vida, nos ha dicho que ha visto el monstruo por dentro y está muy asustado, a veces más por nosotros que por él mismo”.
“Es muy difícil verlo así porque normalmente era él quien nos daba ánimo y ejemplo para trabajar, para estudiar, para seguir adelante. Ahora nos toca a nosotros. Para mi familia ha sido un quiebre, nos ha destrozado”, cuenta a EL TIEMPO vía telefónica.
Su padre le ha dicho que los nervios en sus manos podrían ser reconstruidos y quizá, con eso, pueda volver a practicar cirugías, pues aunque perdió la sensibilidad no ha perdido la motricidad. Se espera que el juicio comience a partir de la segunda semana de enero en otro tribunal militar al que ha sido remitido el caso.
“Yo solo quiero que se sepa que como él hay casi 300 presos políticos cuyos expedientes son fabricados con cualquier cosa, que la mayoría han sido torturados. Uno no sabe lo frágil que es la libertad en un país con un sistema que trabaja en función de un grupo y no de la justicia”, apunta la joven Marulanda.
No lo ha visto un médico de su confianza a pesar de nuestras peticiones, solo lo ha revisado el médico de la cárcel de Ramo Verde, a donde fue trasladado después y donde está recluido ahora.
Por: Valentina Lares Martiz / EL TIEMPO