Alberto Marulanda Bedoya, un distinguido cirujano de manos que se convirtió en preso político el 20 de mayo del 2018, el mismo día en que Nicolás Maduro renovó su mandato presidencial en una de las votaciones más cuestionadas de Venezuela, perdió su audición en el odio derecho y la sensibilidad en sus dedos, todo esto bajo custodias del régimen de Maduro.
Marulanda, es divorciado, padre de tres hijos y también profesor universitario. Fue detenido por la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM), torturado durante días e imputado por un tribunal militar con los cargos de instigación al odio y traición a la patria, reseña el diario colombiano El Tiempo.
Aunque nació en Venezuela, tiene pasaporte y cédula colombianos, y sus familias (la que vive en Caracas y la que vive en Medellín) apenas pueden creer lo que está pasando: en diciembre, después de que su presentación para la audiencia preliminar fue diferida seis veces, la jueza militar Claudia Carolina Pérez ordenó su pase a juicio detenido en la cárcel militar de Ramo Verde.
La mala hora del doctor Marulanda comenzó cuando inició una relación con la capitana venezolana Emmy Da Costa Vanegas, tres meses antes de su detención. En esos días visitó Bogotá buscando la posibilidad de expandirse profesionalmente en el país -a propósito de la crisis que atraviesa Venezuela- y su novia le pidió que le trajera un celular para un amigo, en vista de la escasez de todo tipo de cosas en su país.
Marulanda compró el teléfono y, una vez en Caracas, el amigo buscó el teléfono. Nunca se imaginó el doctor que poco después tanto la mujer como el amigo del teléfono -el coronel Osvaldo García Palomo- serían señalados por el régimen de Maduro como los artífices de un alzamiento y atentado militar contra el Presidente y que llamaron “Operación Armagedón”. El operativo fue abortado antes de que ocurriera y tanto García Palomo como Da Costa Vanegas lograron huir. No así el doctor Marulanda.
Lesiones de por vida
“Fue golpeado en la cabeza hasta perder la audición en el oído derecho. Le apretaron tanto las esposas que le comprometieron los nervios de sus dedos pulgares, hoy no tiene sensibilidad en ellos. Le pusieron un fusil en la boca, en el pecho, lo acostaron esposado y se sentaron sobre sus manos. Amenazaron con cortarle los tendones, trataron de arrancarle las uñas”, explicó vía telefónica a El Tiempo, su abogado Gonzalo Himiob.
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