Hace sesenta y un años cayó cuando pocos lo creían, una de las dictaduras más sólidas del Continente. Pérez Jiménez iniciaba un nuevo periodo, luego de vencer con el fraude electoral plebiscitario. En la mayoría de los países de la región prevalecían regímenes similares. En contraposición al clima actual, se percibía un país que crecía con una moneda fuerte, sin inflación, seguro y que construía obras públicas como símbolo de progreso. Hoy la ruina de la república, la morosidad en el pago de la deuda, el empobrecimiento acelerado de una población que cada día pierde peso, la gente comiendo de la basura, la hiperinflación y el rechazo de buena parte de la comunidad mundial a un gobierno calificado como ilegítimo, dibujan una situación mucho más difícil, a la de aquella dictadura.
Un factor fundamental para la caída del 23 enero de 1958 fue el que las fuerzas vivas, junto al pueblo hicieron del derrocamiento “la empresa nacional”: izquierdas y derechas, gremios y sindicatos, Fedecámaras y la CTV, la iglesia, los partidos y las universidades. Los más importantes grupos de presión aliados por el cambio, asumieron el riesgo. Y Pérez Jiménez al darse cuenta del rechazo y la división en las propias Fuerzas Armadas decidió huir en “la vaca sagrada” aprovechando la nocturnidad. Otros autócratas del vecindario: Raoul Cedrás, Alfredo Stroessner, Tachito Somoza, Jean Claude Duvalier y Fulgencio Batista, también picaron cabos cuando sus propias vidas empezaron a correr peligro. Los que no escaparon a la justicia fueron: Reynaldo Bignone (último dictador de Argentina que actualmente cumple cadena perpetua por crímenes contra la Humanidad), Manuel Antonio Noriega (encarcelado y fallecido en Panamá), Gregorio Álvarez (dictador uruguayo que cumple condena por reiterados delitos de homicidio y desapariciones), Francisco Morales Bermúdez (dictador peruano actualmente procesado en Roma junto a otros 31 miembros de Juntas Militares Sudamericanas)…
¿Cuándo y cómo terminará esto? Es la pregunta sin fáciles respuestas que siempre nos hacen. Mientras tanto, hay que destacar ese espíritu de unión del 23 de enero de 1958, donde líderes diversos como Betancourt, Caldera, Villalba, y luego Larrazabal, remaron en la misma dirección, y lograron la democracia.