Desde el inicio de la llamada revolución bolivariana, comandada por Hugo Chávez Frías, se ha denunciado con fundamento que el régimen, a través de los diferentes programas educativos que ha impuesto durante estos veinte años, busca adoctrinar a la masa de estudiantes que hacen vida en los diferentes niveles de educación.
La oposición ha sido crítica y ha rechazado desde los primeros meses de la revolución la politización e ideologización de la educación, política sin duda influenciada por el régimen cubano. Por su parte, el oficialismo aduce que su propuesta educativa está fundamentada ideológicamente en el “árbol de las tres raíces” en alusión a los tres pensadores venezolanos: Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora; con la única intención de formar, según lo expuesto por el Che Guevara hace más de cincuenta años “al hombre nuevo socialista” y según el máximo líder del Chavismo “transformar la escala de valores capitalista por una escala centrada en el ser humano y trascender el colonialismo eurocéntrico”.
En relación con ello analicé posibles verdades y posibles mentiras, tanto de los detractores como de los seguidores en cuanto a los contenidos curriculares puesto en práctica por el gobierno, para llegar a una conclusión valida y objetiva. El análisis consistió en cotejar varias conceptualizaciones sobre adoctrinamiento y educación con la realidad educativa venezolana. En referencia al término “adoctrinamiento” el más pertinente en este caso fue el expresado por la actual Ministra de Educación de España, Isabel Celáa, cuando afirma que el “adoctrinamiento es una probada manipulación de conciencia, imposible de hacerse en democracia, sino en grupos cerrados”.
La realidad es que el régimen chavista ha desplegado políticas adversas a la libertad de pensamiento, contrarias a todos los derechos humanos y a las libertades y al desarrollo propio. Nos percatamos de que estas políticas se han caracterizado por: docentes amenazados y despedidos por no sumarse a la causa bolivariana, alumnos que les ordenan memorizar y repetir consignas chavistas, lealtad a una forma única de pensamiento, textos escolares profanadores de la verdad histórica, instituciones educativas privadas obligadas a ser partícipes de la propaganda gubernamental, representantes intimidados con expulsar a sus hijos de las escuelas por pensar diferente, imponer un desbordado culto a Chávez, a Cuba y al Comunismo; entre muchos otros hechos. No es difícil llegar, ante todas estas premisas, a la conclusión de que la Revolución Bolivariana tiene como política de Estado el adoctrinamiento y el miedo como método de control y sumisión.
No hay dudas de que cuando el totalitarismo invade el pensamiento y la formación de los jóvenes, la sociedad debe reaccionar y adoptar e instrumentar todas las acciones pacificas que impidan que a través de políticas educativas que distorsionan la esencia de la enseñanza y de la libertad de pensamiento se impongan en perjuicio de las nuevas generaciones.