La tiranía que asuela a Venezuela pasó de ser un problema doméstico a uno mundial. No ha sido fácil. Parecen lejanos los tiempos en que algunos pocos dirigentes iban por el mundo tratando de informar sobre el peligro que representaba Chávez y luego Maduro. Los recibían con cordialidad; pero, seguía siendo un problema de los venezolanos. Al comienzo el peregrinaje de María Corina reunida con Bush y en la OEA. Por ese mundo han caminado Antonio Ledezma, Diego Arria, Asdrúbal Aguiar, Tamara Sujú, Carlos Vecchio, Julio Borges, y varios más, con diferente suerte.
No hay que olvidar sin embargo que la mayoría de los políticos aseguraba que el problema era de los venezolanos y debía resolverse sin participación foránea. Hasta hace poco había voces que decían que los militares no debían tener ninguna voz en la solución porque ellos eran el problema y que todo debía resolverse a través del diálogo y las elecciones convocadas por el régimen.
La vida, implacable como es, resolvió lo que el debate no pudo. El régimen de Maduro pasó de ser una pústula maloliente a convertirse en un tumor irremediable, en la medida en que no sólo es una entidad criminal que mata, tortura, reprime, enjuicia, encarcela y exilia, sino que es el eje de una alianza internacional que afecta la seguridad regional. Así escaló el conflicto. Se acabó la idea del diálogo después de la torta puesta en República Dominicana; lo de las elecciones con Maduro feneció hace tiempo; Zapatero es un mal recuerdo de la pesadilla dialogante; se les prendió el bombillo a los que hacían asco de todos los militares venezolanos; y se entendió que sin ayuda internacional no era posible salir de un proyecto criminal, también internacional.
Chávez y Maduro pensaron que impunemente podían darle empujoncitos a los EEUU y con su dedito tocarle la barriga a Trump. Provocación tras provocación con la idea de que un elefante de ese tamaño no iba a armar un berrinche porque unos facinerosos usaran el desafío para propósitos de política interna. Pero llegó lo que iba a llegar. Y sí, Maduro iba así, caminando, desprevenido, volteando a los lados, hasta que se dio un barrigazo con Trump.
Trump ha planteado la cuestión global: el derrocamiento de Maduro en el contexto de la caída de las tiranías cubana y nicaragüense; la necesidad de un Hemisferio libre por primera vez en la historia de la humanidad; y la lucha ideológica contra el socialismo (con piquete interno en los EEUU). Fue más allá al reconocer a un guerrero de la libertad como Oscar Pérez a través de su madre, lo cual es homenaje y al mismo tiempo reconocimiento de una forma de lucha que, en su momento, fue despreciada por muchos dentro de Venezuela.
No habrá invasión de EEUU, pero el régimen rojo no sobrevivirá a la convergencia entre las fuerzas nacionales y mundiales.