Con ello se han puesto en contradicción con su propia historia, ya que lo que está en juego hoy en Venezuela es lo mismo que defendimos durante la dictadura chilena: democracia, derechos humanos, libertades esenciales, dignidad humana y en el caso de Venezuela, además, se trata de colaborar en la solución de una gravísima crisis humanitaria. Entonces también pedíamos la solidaridad internacional, apoyo de dirigentes extranjeros, y vaya que los venezolanos colaboraron con nuestro país.
Pero hoy algunos involucionaron. La presencia de Piñera en Cúcuta y el cuestionamiento a Bachelet desatan pasiones mayores que la preocupación por la crisis que se está enfrentando. Copan la agenda de las redes sociales mientras Maduro reprime la ayuda humanitaria, no sólo con las fuerzas armadas sino con grupo paramilitares.
La sombra de Trump los enceguece. Asumen los argumentos de Maduro sin asco, más bien con un complejo patológico. La estrategia de la ayuda humanitaria es la de Estados Unidos y de los que desean un golpe de estado o la intervención extranjera. Por eso hacen cándidos llamados a una salida pacífica, como si ella no estuviera en los planes de nadie más que ellos.
Por cierto que la solución debiera ser pacífica, pero quien la hace difícil no son los que han apoyado a Guaidó como Presidente Encargado. El golpe de estado ya lo dio Maduro, su gobierno ha sido declarado ilegítimo por la mayoría de las democracias del mundo, el dictador solo cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas, mientras Guaidó representa a la Asamblea Nacional, única institución democrática, elegida por el pueblo y que Maduro no ha logrado destruir completamente. Los venezolanos así lo han ratificado en magnas manifestaciones.
Una salida institucional solo depende de Maduro y de las Fuerzas Armadas, pero el intento de ingresar la ayuda humanitaria, demostró que él no está disponible para ello y las fuerzas armadas- hasta ahora tampoco. Para eso sirvió el 23F, para dejar en evidencia que Maduro intenta construir su estrategia desde la idea de que las opciones son o Trump o él. Y es lamentable que los progresistas democráticos chilenos se dejen convencer por ella.
Ponerse del lado de la Asamblea Nacional, del Presidente Guaidó, de la OEA y su Secretario General (que nadie podrá argumentar que es un golpista), del Grupo de Lima y pedir el apoyo de Naciones Unidas, la Unión Europea y Canadá, son las únicas acciones que pueden ayudar a construir una estrategia lo más pacífica posible. Porque fácil no será. Pero tampoco se puede aceptar el chantaje de un dictador que ha destruido a su país y dejar que se perpetúe en el poder.
Por lo mismo, se requiere de una política de Estado en Chile para ayudar en este conflicto. Es cierto que el gobierno puede hacer más en este sentido, pero los que se están apartando de ella, son aquellos dirigentes de la oposición que han preferido el silencio y la crítica al gobierno, por convicción u oportunismo.
La lucha del pueblo venezolano es una causa justa. Solo por eso merece todo el respaldo de los demócratas. Además, es una causa popular. Si no, miren la reacción del difícil público del festival de Viña aplaudiendo unívocamente las menciones contra la dictadura y el apoyo al pueblo venezolano.
Por eso, da pena, ver a los antiguos partidarios de la dictadura de Pinochet apoyando la lucha democrática de Venezuela y a muchos de quienes lucharon por recuperar la democracia chilena, ponerse a la retaguardia. Otra vez, regalando las banderas que permitieron que socialistas, demócratacristianos, radicales y PPD interpretaran a la mayoría de los chilenos. Por suerte, no son todos.
Mariana Aylwin es profesora de origen, política por vocación y a mucha honra. Sin cargo público.
Artículo publicado originalmente en El Dinamo (Chile)