Quizás sean las malas influencias de la decadente anticultura imperialista, ahora estadounidense tras la española, la misma que sacó a nuestros felices aborígenes de su estado de suprema paz y bienestar cuando no tenían nada más que hacer sino cazar, pescar, follar y dormir.
La anticultura -¿debemos llamarla así?- gringa nos enseña que sólo lo de Estados Unidos es bueno, que la tecnología y los avances científicos de todo tipo hace infelices a los American citizens y que los negros de acá viven felices, satisfechos, orgullosos y chavistas a diferencia que los de allá, hambreados y maltratados hombres y mujeres descategorizados en los barrios bajos de Detroit –es sólo uno de tantos ejemplos.
Ese estilo gringo gritón y abusador liderado por ahora por Donald Trump, Elliot Abrams, John Bolton, Mike Pompeo y secuaces, sólo sabe amenazar con muros e invasiones, y es incapaz de reconocer que los venezolanos ahora, gracias al esfuerzo revolucionario, podemos ver por las noches cielos espectaculares rebosantes de estrellas, y rescatar la unión familiar, pues las familias venezolanas se estaban diluyendo entre televisión, internet, celulares inteligentes y otras trampas eléctricas.
Ahí tienen ustedes a los cubanos, que llevan ya sesenta años quedándose sin electricidad una noche si y otra también, y usted los ve felices, sonrientes, orgullosos de su liderazgo revolucionario, siempre dispuestos –si son médicos o policías de espionaje- a viajar a cualquier país donde los envíe el liderazgo revolucionario de la gran patria caribeña, sólo temerosos de que la muerte, conceptualmente imperialista, termine de llevarse por los cachos al comandante Raúl, octogenario rezongón que presiente que le queda cada día menos para ir a reunirse con su hermano bajo alguna roca. A los cubanos les resta la esperanza de un sucesor que sepa continuar el glorioso proceso de rescate y reeducación del pueblo, como en su momento, devorado por el cáncer posiblemente inoculado por los yanquis al glorioso fundador de la revolución venezolana que entusiasma al mundo y hace temblar al imperialismo yanky, se sacó de la verde manga el hombre que sigue viviendo en nuestros rojos corazones.
Claro, también hay rezongadores profesionales que se atreven a afirmar que la selección de Maduro por Chávez no fue una decisión, ni siquiera una recomendación de la suprema mente cubana, sino una venganza por parte de Chávez, quien nunca habría dejado de ser, según esta versión malintencionada, un mulato acomplejado y rencoroso. Pero ésa, por supuesto, es una versión difundida por el aparato propagandístico imperialista.
Lo que cuenta, en realidad, es lo eléctrico, que tiene a todo el mundo murmurando mentiras y desagradecimientos. Algunos hasta se atreven a lanzar calumnias como que se produjo un grave incidente en Guri -¿se imagina usted?, ¡en Guri!, donde hace prácticas de buceo el propio ministro eléctrico en momentos de esparcimiento dentro de la que es su lucha más dura y persistente, la persecución del sabotaje eléctrico y de los saboteadores-, porque los burócratas chavistas y los bolichicos se han robado consuetudinariamente los dólares destinados por el Gobierno –primero Chávez, ahora Maduro- a mantenimiento y mejoramiento de los equipos y redes de distribución.
Eso no se puede creer, la revolución transformó aquél sistema eléctrico parcelado por regiones para complacer a los grandes burgueses, por un sistema nacional del Estado, o sea, de todos los venezolanos, que es lo justo. Fíjense cómo en Tacoa -¿se acuerdan de Tacoa?- arrumbaron plataformas y equipos que la burguesía compraba sin necesidad, ¡derrochadores y rateros del pueblo!, y lo mismo han tenido que hacer en otros centros generadores y distribuidores de energía para que no haya un país de pocos privilegiados y muchos explotados, sino una sola gran patria revolucionaria en la cual todos nos jodamos por igual –excepto los militares y los encargados de administrar el Gobierno, que necesitan camionetas nuevas y blindadas por si malandros y colectivos que traicionen a la revolución, que alguno hay, y a quienes parece que nunca se les desaparece el enchufe eléctrico para contar sus dólares y conectar las pantallas y cornetas de sus grandes espectáculos masivos –con cada vez menos gente, síntoma claro del torpe egoísmo popular que, por malagradecido, terminará de cabeza en el infierno del capitalismo implacable que todo lo quiere cobrar y los precios –como los de la gasolina, la electricidad, los teléfonos, por ejemplo- aumentar.
Es grave este último ataque imperialista contra el sistema eléctrico revolucionario, hecho, como detectaron nuestros avisados líderes, con sus propias avanzadas computadoras para controlar al mundo. Ni siquiera tuvieron el detalle de recordar que los pendejos que recibimos más o menos electricidad cada dia, y los que necesitan el servicio para sobrevivir en hospitales, o para no tener que subir escaleras de las altas torres donde conviven niños y ancianos, entre otros venezolanismos, no entendemos de esas avanzadísimas computadoras tan delicadas que pueden ser hackeadas (así se dice ahora) por cualquier agentucho de la CIA que ni siquiera sabe que cuando los sistemas que manejan la electricidad en Guayana fueron instalados, no existían las computadoras.
Tenemos que resistir como lo hemos hecho estos días, con empeño socialista y fortaleza chavista. Además, nuestros militares, colectivos y milicianos siguen listos para actuar, y un poco de oscuridad no los arredra. ¡La electricidad se cae por días, la patria sigue y los cielos no se alteran!