Tienen que salir del poder, dice Henry Ramos Allup. Tienen que irse. El ex presidente de la Asamblea Nacional este lunes brindó una clase de realidad política. De poder crudo y terrible. Y el que hablaba desde la tribuna de oradores era un dirigente que ponía cada dedo en la llaga. De la llaga corrupta y putrefacta del poder. El de Hugo Chávez. El de Nicolás Maduro. El de Diosdado Cabello. El de Vladimir Padrino López. El de los militares que sostienen al usurpador en estas, como dijo Ramos Allup, que son “las horas las más aciagas”; no, “las más malditas horas de la historia de Venezuela”.
Por Juan Carlos Zapata / Konzapata
Tomaba parte, Ramos Allup, en el debate convocado por el Presidente Encargado, Juan Guaidó, con el fin de aprobar el decreto de alarma nacional. Y el inventario de Ramos Allup lo sustentaba. Por la historia pasada, pero reciente, de Hugo Chávez, quien destruyó todo lo que tocó, comenzando por PDVSA, por el campo, por la industria nacional, y por la industria eléctrica, que es el tema que conduce al debate en el Parlamento: el apagón de Maduro.
El super apagón de Nicolás Maduro. Un apagón que ya es de lesa humanidad, como bien viene acuñando KonZapata, por las consecuencias que se miden en niños que han muerto en los hospitales, por el hambre que se ha desatado, por la comida que se ha perdido en las neveras de los hogares, por las pérdidas materiales, por los saqueos de negocios, por los costos que contabilizan las empresas, por los dolores, por las angustias, por los sueños perdidos, por la sed de agua, y no hay peor cosa que un pueblo no pueda calmar la sed, y en el desespero, la gente tenga que ir a un río, el Guaire de Caracas, contaminado –qué río, una cloaca- a coger agua, y tengan los muchachos que ir a bañarse al río, a otro río, como lo hizo un sobrino mío en Guasdualito, un niño de 8 años, que ayer resultó ahogado. “Malditas horas”, diría Ramos Allup con angustia y dolor. Frase que hago mía. Con lágrimas. Con rabia.
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