El régimen de Maduro está herido de muerte, pero no ha muerto. Puede vivir y patalear un tiempo impreciso. No se curará pero nadie sabe cuándo ocurrirá su deceso. Siguen algunas precisiones.
1. La estrategia prevaleciente en Guaidó, sus asesores y varios países amigos es la de la asfixia. Las sanciones económicas; el apoyo de USA; la toma de posesión de las propiedades del Estado venezolano para colocarlas bajo la nueva administración; son muestras de esa estrategia. Presumo que se piensa que, en algún momento, Maduro pedirá cacao.
2. La línea mencionada se complementa con marchas regionales, llamados insistentes a los militares y la promesa de tomar Miraflores. A menos que manejen unas piezas que no son del dominio público sino de los estrategas de Guaidó, lo cierto es que esos llamados no parecen haber horadado al Alto Mando militar. Allí siguen, medio titubeantes; pero, pegados al corte. Aunque, insisto, es posible que haya información que no manejo.
3. La estrategia de la boa constrictor (como la llama un amigo) supone que dejar a Maduro sin recursos hará que busque una salida negociada y que se vayan con él los que quepan en el avión. Cada día que pasa es peor para el régimen porque tiene menos capacidad de maniobra. Sin embargo, el tiempo que pasa también afecta al movimiento democrático: la promesa del cambio inminente tiende a licuarse; se abre el camino a las maniobras de diálogo “a la dominicana” (la presencia fugaz y ominosa de Zapatero así lo sugiere); y algo que considero muy riesgoso: se puede deteriorar la confianza en Guaidó como punto focal de la esperanza colectiva.
4. No es poca cosa que mientras se ha sostenido que el primer paso es “el cese de la usurpación”; es decir, que Maduro y compañía se vayan, comiencen por las trastiendas a cambiar el orden del mantra popularizado por Guaidó y se sugiera que puede haber elecciones con Maduro en Miraflores.
5. A la estrategia de la asfixia sólo puede oponerse la del mazazo: la ruptura pronta. Para ese propósito se requiere una conjunción de fuerzas internas y externas. Las internas son: la ruptura militar organizada, cuestión difícil y muchas veces abortada; el movimiento cívico interno para desarrollar la protesta de manera coordinada, bajando los riesgos de enfrentamientos directos con las bandas paramilitares y los grupos de la FAN y de las policías todavía con Maduro; y requiere una acción internacional concertada para cooperar con el desmantelamiento de la invasión cubana, así como para imponer la entrada de la ayuda humanitaria al amparo de la Responsabilidad de Proteger como principio internacional y del artículo 187, numeral 11, de la Constitución existente.
Ambos caminos son complejos, aunque creo que el del mazazo es más viable a pesar de los pesares.