Cualquiera pudiese pensar que Tareck William Saab al hablar de un novedoso tipo penal, de un delito insólito, no tiene la menor idea de lo que habla. Sus dislates pudiesen resultar lógicos, estamos ante bandidos dados a desvirtuar realidades que constituyen crímenes de lesa humanidad. Si me equivoco, también en el derecho existe la ignorancia y estaría incurriendo en ella flagrantemente.
Según la teoría del delito de Saab existe el “delito de Flagrancia”. ¿En cuál ley sustantiva estará previsto? ¿Cuál será la consecuencia jurídica? ¿Estaríamos en presencia de un desconocimiento total y pleno de la técnica jurídica? Sería un disparate político y jurídico usado a modo de estrategia de distracción. Hay quienes afirman el interés de la narcodictadura en amarrar la locura que están haciendo a alguna figura jurídica impuesta arbitrariamente.
¿No es obvio su interés en evidenciar un desconocimiento total de qué es el tipo penal? Al abordar casos como el de Juan Requesens o German Ferrer por dirigir una “banda de extorsión”, e incluso, insistiendo en la judicialización de Juan Guaidó, Saab incurre en el mismo error sin recato alguno. Aquí hay dos opciones, si Tareck se cree de verdad lo que dice, es un estúpido. Si no se lo cree, es un sinvergüenza. En todo caso, comete una violación flagrante del Artículo 49 de la Carta Magna.
Hablando por mí, en revolución “flagrancia” es sinónimo del “me da la gana”, cobrando fuerza el uso de los más variados y crueles métodos de tortura para justificar los desmanes de la narcodictadura, como el cometido con el preso político yaracuyano Kamel Salame, a quien tuvieron 10 años preso, sin realizarle juicio, por haber sido detenido supuestamente “in fraganti”, cometiendo los hechos falsos que le atribuyeron, así lo confirmó Luisa Ortega el 17/11/2014 a instancias del TSJ.
No estaríamos ante un “mediocre jurídico”, esa “aberración jurídica” sirvió para distraer y cambiar el foco de atención puesto en crímenes de lesa humanidad, sirvió para restar impacto al “recrudecimiento del terrorismo de Estado” -Becerra dixit-, contra el cual se supone que Tareck debería luchar, pero sigue su línea encubriendo, sin desviarse de la inducida manipulación psicológica.
En el ambiente de provocación y desmotivación imperante hoy día, el amigo Tareck recurre a la distorsión, apostando a que algunos limitados le crean y los avispados le echen leña al fuego del debate, sabiendo que sapientes e inteligentes advierten sus perniciosas intenciones. La incoherencia lógica de Tareck es otro “bluff” que no debe distraernos.
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