La democracia venezolana, en sus cuatro décadas, concibió la noción de una convivencia ambientalista con el Caroní: aprovechar racionalmente su potencialidad hidroeléctrica para alumbrar el país, utilizar su limpia energía para mover la gran industria minera de Guayana y cuidar sus riberas y afluentes para preservar su caudal.
La construcción de represas, las Macaguas, Caruachi, la imponente Raul Leoni y la proyectada Tocoma, proveerían hasta 17 mil MW para satisfacer 80% de la demanda nacional, con excedentes para exportar fluido eléctrico a Brasil. Todo bajo la administración de Edelca, empresa ejemplar, que se convirtió en referente de ingeniería hidroeléctrica para Latinoamérica. Con el complemento de las empresas regionales de alumbrado, Venezuela llegó a tener un confiable sistema eléctrico nacional que abastecía el 95% de su territorio poblado. La mayor cobertura del continente.
Nos atreveriamos a considerar la electrificación del Caroní, como la opus magna de las obras de infraestructura construídas durante la democracia, orgullo de la ingenieria venezolana y fuelle para la economía del pais. Hoy, su lamentable estado, junto al de todo el sistema eléctrico interconectado, llenan de sombras e incertidumbre la vida de los venezolanos. Nos preguntamos si además de la mediocridad, la corrupción, la ignorancia y el despropósito, también el resentimiento enfermizo habrá sido otro móvil, para acabar con este legado de esa Venezuela que fue promisoria hasta la llegada de la canalla gobernante…